Según las autoridades cientos de personas están aún están desaparecidas y un nuevo sospechoso de culpabilidad entre los miembros de la secta fue detenido, lo cual eleva a 36 los arrestados por la masacre.
En tanto, el pastor de la denominada Iglesia Internacional de la Buena Nueva, Paul Mackenzie, responsable de las muertes, compareció ante el tribunal de Shanzu, en la ciudad costera de Mombasa, acusado junto a su esposa de incitar a tales ritos para encontrar a Jesús, que terminaban con la muerte.
En medio de todo el proceso, existen aún muchas interrogantes, entre ellas cómo Mackenzie, extaxista devenido pastor y padre de siete hijos, logró evadir la aplicación de la ley a pesar de un historial de extremismo y casos legales anteriores.
Los acusados enfrentan varios cargos en el espeluznante caso, mientras algunas investigaciones arrojan indicios sobre un posible tráfico humano, tras encontrar cadáveres sin algunos órganos.
Si bien el hambre parece ser la principal causa de muerte, algunas de las víctimas, incluidos niños, fueron estranguladas, golpeadas o asfixiadas, según las autopsias realizadas por el gobierno.
El descubrimiento de estas fosas comunes en Shakahola, un bosque de 325 hectáreas tierra adentro desde la ciudad de Malindi, en el océano Índico, conmocionó a los kenianos, tras conocerse la historia detrás de esta secta mesiánica, que pedía a sus feligreses el sacrificio del hambre como única vía hacia Dios.
El terrible hallazgo llevó al presidente William Ruto a establecer una comisión de investigación sobre las muertes y un grupo de trabajo para revisar las regulaciones que rigen a estos grupos religiosos en el país.
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