De acuerdo con la agenda divulgada aquí, la cita acoge un récord de seis mil delegados, incluidos siete jefes de Estado, más de un centenar de ministros y viceministros, así como expertos, activistas y representantes de la industria.
Previsto hasta el 1 de marzo, el evento se centra en conseguir acuerdos ambientales multilaterales y una fórmula para a superar la triple crisis planetaria: el caos climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación.
Entre las negociaciones, los participantes analizan las resoluciones presentadas por los Estados miembros y la declaración ministerial que se adoptará al concluir la Asamblea.
En total se debatirán 20 resoluciones y dos decisiones, enfocadas en temas como la modificación de la radiación solar, la minería, la desertificación, la circularidad de la agroindustria de la caña de azúcar, los pesticidas altamente peligrosos, el aumento de la resiliencia de los ecosistemas y las comunidades ante la sequía, la cooperación regional para calidad del aire, entre otros.
La Asamblea fue creada en 2012, como resultado de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible, celebrada en Brasil.
Desde entonces, la reunión marca el comienzo de una nueva era de multilateralismo que otorga a las cuestiones ambientales el mismo nivel de importancia que a preocupaciones globales como la paz, la seguridad y la salud.
Tras el impacto de la Covid-19 el evento acoge además valiosos debates sobre las incertidumbres socioeconómicas que surgieron a raíz de la pandemia y las crecientes tensiones geopolíticas actuales.
Al mismo tiempo, reconoce resultados positivos de la cooperación ambiental de los últimos dos años entre los que destacan el llamado Tratado de Alta Mar, para conservar la biodiversidad marina en áreas más allá de las jurisdicciones nacionales, o el acuerdo de financiación de pérdidas y daños para los países vulnerables suscrito en la COP28.
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