Ella, una mujer latina, sonrió. Le explicó al pequeño -quizás tendría cinco años- que la residencia corresponde a la embajada de Cuba y le indicó hacia arriba, donde ondeaba la bandera.
Pero “¿quién es el hombre de la estatua?”, insistía. Los niños son así, pensó la reportera, testigo casual de ese momento.
Entonces en breve comentario intenté transmitirle que “aquel hombre de la estatua” los quiso mucho a todos ellos y que su talla fue universal, por eso extendí mis brazos para que entendiera cuán de grande fue.
“José Martí se llamó. Pide a tu maestra que después te cuente”, alcancé a expresarle antes de que ella lo tomara de una de sus manos y continuara el recorrido escolar con el resto de los niños.
Es ese Martí universal el que en su estatura de bronce se irgue desde 2019 en la entrada del vetusto edificio.
Una obra que tiene el sello del reconocido artista José Villa, Premio Nacional de Artes Plásticas, quien se inspiró en una de las pocas fotos en las que se observa al Apóstol (1853-1895) retratado en esa posición.
El artista Lázaro Valdés y su equipo de Asubronze fundieron la escultura en la ciudad de Miami, coincidiendo justamente con el aniversario 130 de la salida a la luz por primera vez en Nueva York (1889) de La Edad de Oro, publicación dedicada por Martí a todos los niños.
Pero también el propio 2019 se cumplió la centuria de la ubicación de la embajada de la isla en el número 2630 de la calle 16th Northwest, en el barrio de Adams Morgan de Washington, DC.
Un inmueble que fue construido para ese uso hasta que de forma unilateral Estados Unidos rompió sus relaciones diplomáticas con Cuba en 1961.
No fue hasta el 2015 en que la placa que indica Embajada de Cuba volvió a lucir cuando se hizo efectivo el 20 de julio el restablecimiento de las relaciones diplomáticas bilaterales y se reabrió aquí la representación diplomática antillana.
En 2020, escudado en la madrugada un individuo armado atentó contra la Misión cubana, un hecho sobre el que todavía faltan respuestas.
Las balas impactaron en la fachada, principalmente en la puerta y columnas de la entrada, el asta de la bandera y la estatua del Héroe Nacional.
Pero a Martí no pueden derribarlo. Reflexivo, preocupado, atento, sigue guardián de este pedazo de Cuba en pleno Washington.
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