El Ministerio de Turismo aquí anunció en un comunicado que, debido a que esta actividad suele movilizar a miles de personas, en las ciudades de El Cisne, San Pedro de la Bendita y Catamayo, al sur del país andino, se ha organizado logística y un plan de contingencia para recibir a la imagen religiosa y sus peregrinos.
La Romería de la Virgen de El Cisne es considerada como un evento profundamente arraigado en la fe y el patrimonio ecuatoriano, por lo que miles de peregrinos nacionales y extranjeros se congregan en esta pequeña localidad para honrar a la Virgen y participar en una experiencia espiritual única.
Los orígenes de la festividad se remontan a la historia colonial de Ecuador y según la leyenda, en el siglo XVI, un grupo de sacerdotes franciscanos escondió la imagen de la Virgen María bajo una capa de cisne para protegerla de las amenazas de los indígenas. Desde entonces, la imagen ha sido considerada milagrosa, y la devoción ha crecido a lo largo de los siglos.
La imagen, vestida con atuendos tradicionales y adornada con joyas y flores, es llevada en procesión desde la Basílica de El Cisne hasta la ciudad de Loja, recorriendo una distancia de alrededor de 70 kilómetros a lo largo de tres días.
Los peregrinos participan en la caminata como un acto de fe, agradecimiento o petición, llevando con ellos velas, flores y objetos personales.
Para los creyentes, la procesión es una experiencia profundamente espiritual y física. Muchos caminan descalzos como una muestra de penitencia, mientras que otros llevan cintas de colores que representan los deseos y las intenciones que llevan en sus corazones.
La caminata también es un momento de unión entre las familias y comunidades, ya que muchos participan juntos, compartiendo historias, rezos y canciones mientras avanzan hacia su destino.
Los habitantes de las localidades por donde pasa la procesión abren sus puertas para ofrecer alimentos y refugio a los peregrinos, reflejando la hospitalidad y solidaridad que son características de la cultura ecuatoriana.
A lo largo de los años, esta celebración ha sido un punto de encuentro entre las tradiciones indígenas y la religión católica, fusionando elementos de ambas en una ceremonia única.
Además, tiene un impacto económico significativo en la región pues los comerciantes locales ofrecen una variedad de productos, desde alimentos tradicionales hasta artesanías y recuerdos religiosos, lo que genera una fuente de ingresos para las comunidades a lo largo del recorrido.
Las autoridades en Loja anunciaron que implementarán un plan de contingencia donde participan policías, salubristas y ambulancias.
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