Por Ivette Fernández
De la redacción Internacional de Prensa Latina
Desde el lanzamiento de la Comisión de Reparaciones de la Comunidad del Caribe (CRC) en julio de 2013, se revitalizó el reclamo global de desagravio para las naciones que resultaron más golpeadas por ese flagelo.
Según el presidente de ese órgano, profesor Hilary Beckles, las exigencias por las indemnizaciones se convertirá en el mayor movimiento de exigencia de justicia política e histórica del siglo XXI.
Aunque las potencias colonizadoras prefieren mirar hacia otro lado cuando se habla del tema, un estudio sobre la cuantificación de las reparaciones por la esclavitud transatlántica (ETC) en las Américas y el Caribe estableció que el daño total estimado por la trata se sitúa de 100 a 131 billones (un millón de millones) de dólares.
El análisis publicado el pasado junio determinó, por ejemplo, que Reino Unido debe pagar una suma de 24 billones de dólares a 14 países, mientras España adeuda aproximadamente 17 billones.
Pese a que Estados Unidos fue una colonia británica, el análisis concluyó que esa nación debe 26 billones de dólares por la trata de esclavos de la que se benefició de 1776 a 1865.
Francia debe unos nueve billones de dólares, mientras que para Países Bajos el estimado es de unos cinco billones de dólares, de los cuales tres billones deberían pagarse a Surinam y unos 52 mil millones de dólares a Guyana.
Los cálculos del informe corrieron a cargo de un grupo de economistas estadounidenses de The Brattle Group, guiados por un equipo de abogados, historiadores y estudiantes de historia.
El informe recomendó solicitar que los pagos se realicen en periodos que abarquen de una década a 25 años.
Los Estados europeos califican a la esclavitud de tragedia espantosa y barbarie abominable, sin embargo, están lejos de comprometerse a saldar los perjuicios.
Así lo constataron en la cumbre celebrada en julio pasado en Bruselas, Bélgica, entre la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Unión Europea, donde los miembros del primer bloque demandaron responsabilidad del viejo continente en el tema.
Los llamamientos los encabezó el primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, cuyo país ostenta la presidencia pro témpore de Celac, y quien abogó por “justicia reparadora” tras el genocidio nativo y la esclavización de los africanos.
Nada concreto pudo lograrse, y los demandantes solo consiguieron una declaración de sentido pesar por el comercio de seres humanos.
“Reconocemos y lamentamos profundamente el sufrimiento indecible infligido a millones de hombres, mujeres y niños como resultado de la trata transatlántica de esclavos”, reza el párrafo incluido en el pronunciamiento acordado.
“La esclavitud y la trata de esclavos son un crimen contra la humanidad”, concluyó.
Gonsalves declaró que le hubiera gustado un párrafo más fuerte, pero agregó que los países europeos al menos ahora estaban “al tanto” de la campaña para exigir reparaciones.
“Es un reconocimiento de los horrores de la trata de esclavos y de la esclavitud, y hay una plataforma sobre la cual podemos construir”, explicó.
CICATRICES AÚN A LA VISTA
Según el embajador A. Missouri Sherman-Peter, observador permanente de Caricom ante las Naciones Unidas, el Caribe se convirtió en epicentro de los crímenes de lesa humanidad impulsados por la trata transatlántica.
Alrededor de 40 por ciento de los africanos esclavizados los enviaron a las islas caribeñas, las cuales, en el siglo XVII, superaban al Brasil portugués como el principal mercado para esa mano de obra, estimó el funcionario.
El Caribe fue, esencialmente, el lugar en el que el sometimiento adoptó su forma jurídica más extrema por medio de un instrumento conocido como el Código de Esclavos, instaurado por primera vez por los ingleses en Barbados y se propagó rápidamente por toda la zona.
“La herencia de la institución social y económica de la esclavitud predomina especialmente en el Caribe”, estimó.
Y aunque el colonialismo se redujo a partir de las reformas nacionalistas de mediados del siglo XX, valoró que todavía persiste como rasgo político de la región y Europa continúa siendo una potencia colonial sobre, aproximadamente, 15 por ciento de la población de la región.
El legado de los más de 300 años de esclavitud que pesan sobre la cultura popular y la conciencia persisten como feroces factores debilitadores en la zona, reconoció.
Concluyó el entendido que la esclavitud constituyó una forma moderna de expolio racial, y las consecuencias evidentes de esa extracción económica son notorias en el subdesarrollo estructural del Caribe que acoge a algunas de las personas más explotadas desde el punto de vista económico y social de la modernidad.
Tomando esos datos como referencia, es que los países caribeños reclaman por las reparaciones que el mundo desarrollado les debe después de siglos de saqueo de recursos naturales y de sumir a varias generaciones en la pobreza.
Después de tanto daño aun tangible, las naciones de la región se consideran merecedoras de más que una disculpa por la trata y la esclavitud, calificadas por las potencias europeas como “tragedias espantosas en la historia de la humanidad por su abominable barbarie, magnitud, carácter organizado y negación de la esencia de las víctimas”.
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