Por Mario Muñoz Lozano
jefe de la Redacción Cultural de Prensa Latina
Bestseller también fueron en su momento El diario de Noah, Cadena perpetua, El resplandor, Mujercitas, Matilda y toda una riada de excelente literatura transformada en buenas películas, a partir de textos que caminaron muy cerca de la factura de los actuales guiones cinematográficos.
Solo hay que leer la novela histórica Alexandros, triología de Valerio Massimo Manfredi, para comprender como el movimiento escénico, los diálogos, los cambios en el tiempo, corren como imágenes de un largometraje.
La excelente narración fue aprovechada por el director Oliver Stone, quien en 2004 lanzó al ruedo Alejandro Magno, protagonizada por una constelación de estrellas: Colin Farrell, Angelina Jolie, Val Kilmer, Anthony Hopkins, Jared Leto, Rosario Dawson y Christopher Plummer. Y detrás, defendiendo la obra, los tres tomos del libro.
La industria del cine se nutre constantemente de la literatura, o bien para adaptar a la gran pantalla obras literarias que han llegado al corazón de mucha gente, o para darle una vuelta a esas historias y generar películas que incluso pueden llegar a superar al original.
Sin duda, desde hace unos cuantos años, la letra impresa vive nuevas modificaciones, que van en busca de una manera de escribir más dinámica y un lenguaje más visual, tratando de captar la atención de un público más cercano a las nuevas tecnologías de la información.
El narrador cubano Reynaldo González, Premio Nacional de Literatura 2003, es de los que piensan que las letras no fueron las mismas después que conocieron al séptimo arte.
«Hay un montón de cosas del cine que influyen en la literatura, en la novela, en cómo se plantea. Uno a veces vive y sueña cinematográficamente», me comentó hace unos años el reconocido ensayista, quien fungió como director de la Cinemateca de Cuba durante varios años.
Entonces volvió a la carga: «Es cierto que cada nuevo medio no terminará con los anteriores, pero sí los influirá mucho. La novela policíaca que se escribe ahora con esas traslaciones, con esos cortes, no es la novela de Arthur Conan Doyle. «Pienso también que los ‘mass media’ están generando una serie de vicios, no tanto en la literatura como en la vida cultural. La televisión ha ido abaratando la existencia nuestra, ha agrandado nuestros defectos y no los ha sustituido con virtudes. Eso me aterra.”
«La literatura se defiende sola porque está en la matriz de todo mensaje. Por ejemplo, cuando investigas sobre algo en Internet tienes que pasar páginas y páginas, sitios y más sitios, porque encuentras lo mismo y mucha bobería.
“En una biblioteca, todavía en tiempos de Internet, encuentras realmente lo que andas buscando», manifestó el Miembro de Número de la Academia Cubana de la Lengua
Sin embargo, están quienes consideran que cuando la superautopista de la información posea todos los medios requeridos para ordenar mejor sus contenidos, será una herramienta tan poderosa como la mejor biblioteca, o más.
TOM SAWYER NO CABE EN UNA COMPUTADORA
Por aquellos días de febrero, en la Feria del Libro de 2006, el escritor uruguayo Daniel Chavarría, fue radical en sus consideraciones: «No puede haber cuestionamiento; ningún otro medio más que el papel será el soporte ideal de la poesía».
Fallecido en 2018 en Cuba, donde vivió casi 40 años, el autor de Joy, Allá ellos, El ojo Dyndimenio, Viudas de sangre, entre otros libros, se ganó mi sonrisa entonces con sus oportunas ocurrencias:
«Tal vez la tecnología nos regale un aparatico muy pequeño, cómodo, para usarlo acostado, como muchas veces me gusta leer, que pueda guardarlo en cualquier lado, que tenga dispositivos para dar un salto a la página 34 o para buscar determinada palabra…
«A lo mejor resulta más práctico que andar pasando las hojas de un libro… a veces sostenerlo es pesado. Pienso en lo difícil e incómodo que debe resultar leerse una de mis últimas novelas, Viudas de sangre, que tiene más de 800 páginas. Yo la picaría.
«Por otro lado, a mí ninguna película me da lo que obtengo leyendo. El Tom Sawyer que leí, jamás lo encontraré en una pantalla”, dijo Chavarría, quien además impartió clases en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana durante varios años.
“Además, el cerebro humano es terrible… las cosas que puede hacer. Es muy difícil que alguna tecnología logre dar los efectos que uno logra leyendo. Realmente no creo que algo pueda sustituir a la letra impresa», subrayó.
VÍCTIMAS, NO CULPABLES
Los expertos coinciden en que es difícil crear hábitos de lectura, pero no imposible. Y a quienes no la practican hay que verlos como víctimas, no como culpables.
No existe mejor receta para atraer a futuros lectores que convertir el libro en un objeto familiar y predicar con el ejemplo, porque la lectura es costumbre que exige disciplina.
Los libros no pueden faltar en las aulas, convertidos en indispensables herramientas de estudio, y no en vanos almacenes de conocimientos, como sucede en el caso de algunos educadores que promueven la enseñanza memorística.
El profesor Jesús Alonso Tapia, de la Universidad Autónoma de Madrid, es crítico acérrimo de esa práctica: «Resulta imprescindible que los profesores hagan prácticas de lectura con sus alumnos para que estos ejerciten su capacidad de comprender y disfrutar. No es lo mismo recordar que comprender», explica.
Y la casa tiene que ser el principal bastión de la lectura. No podemos dejarle todas las responsabilidades a la escuela. Nada como compartir con nuestros hijos esas primeras historias que los maravillan tanto, en especial cuando comienzan a leer solos.
No es fácil que un niño lea si sus padres no lo hacen y no está acostumbrado a ver libros en casa. No resulta fácil tampoco verlos crecer ajenos a tanta sabiduría y conocimiento que sus páginas atesoran.
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