De acuerdo con la Oficina Nacional de Estadísticas, en términos mensuales la cifra aumentó un 0,3 por ciento respecto al mes previo.
Para la segunda economía del orbe esto es un elemento crucial porque aún enfrenta un consumo interno que no se ha recuperado del todo tras la Covid-19 y de hecho, en julio pasado el IPC cayó 0,3 por ciento.
La deflación es lo contrario a la inflación e implica una disminución de los precios de los bienes y los servicios.
A priori parecería que esta reducción es beneficiosa, pero en realidad constituye una amenaza macroeconómica porque los consumidores tienden a retrasar las compras en espera de un mayor abaratamiento y las empresas tienen que recortar la producción.
Por otro lado, el índice de precios al productor (IPP) de China, que mide los costos de los bienes a puerta de fábrica, se redujo en un tres por ciento interanual en agosto.
El IPP promedio en los primeros ocho meses de 2023 bajó un 3,2 por ciento interanual, detalló la entidad.
Un precio de producción a la baja implica menos margen de beneficio para las empresas y el gigante asiático lleva 11 meses consecutivos de declive en este indicador.
No obstante, el vicegobernador del Banco Popular de China (PBOC), Liu Guoqiang, descartó recientemente una posible deflación en 2023.
Según el funcionario, esa entidad fortalecerá la regulación de la política macro, se centrará en expandir la demanda efectiva y mantendrá una política monetaria precisa y prudente.
«Todavía hay suficiente espacio para hacer frente a desafíos y cambios inesperados», agregó.
Asimismo, confirmó un mayor apoyo financiero a ámbitos clave como las pequeñas empresas y las microempresas privadas, al sector inmobiliario y a los proyectos ecológicos e innovadores.
China buscará disminuir aun más la brecha entre la oferta y la demanda con la aplicación de políticas de apoyo financiero e inversión dirigidas a la producción y la infraestructura principalmente, confirmó.
ro/idm