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Nicolás Guillén y nuestra poesía negra

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Ciudad de Panamá (Prensa Latina) Nicolás Guillén (1902-1989) poeta nacional de Cuba, escribió sus primeros versos a los 18 años en la revista Camagüey Gráfico, bajo influencia modernista.

César Del Vasto*, colaborador de Prensa Latina

Todos somos padres e hijos de alguien. Las influencias van y vienen, se transforman y se enriquecen, pero existen, sentenció años después. En esa búsqueda de un lugar bajo el sol se dedicó al periodismo a partir de 1923, al fundar con sus amigos la revista cultural Lis.

Solo una verdadera vocación y una buena dosis de talento, puede contribuir a que un verdadero creador no se deje asfixiar por las indiferencias que erosionan sus mejores anhelos, guiaron su acción de vida.

Tenía claridad que el productor artístico con independencia de su voluntad creadora es portador de una ideología.

En esos caminos recorridos se encontraba unido a nuestro Demetrio Korsi (1899-1957) primer poeta vanguardista istmeño, también dedicado al periodismo y a la poesía, hijo de griego con panameña, inicio sus primeras letras desde muy temprano a los 15 años, publicando su primer poemario Los poemas extraños (1920) a los 21 años, influido de las voces agoreras del modernismo, evolucionando rápidamente a la vanguardia.

Guardando las proporciones, ambos eran revolucionarios en su contexto, Korsi se unirá a las toldas nacionalistas del panameñismo, mientras Guillén a las del Partido Comunista Cubano, el primero inició temprano en los versos, el segundo escribió su primer poemario Cerebro y Corazón, en 1931, pero no le publicó.

Uno era de padres mulatos, el otro de madre mulata, ambos eran mestizos, caribeños, se dedicaron a vivir, amaban Francia, Europa, el mundo.

Autodidactas, se cultivaron al calor de la necesidad de emborracharse de cultura, teatro, cine, novela, cuento, pintura, danza, escultura, y poesía, todo lo sensible para convertirse en verdaderos seres de este planeta, en noches bohemias.

Además combinan bien sus antiimperialismos contra el “amo del norte” la primera gran obra del isleño es Motivos de son (1930), la de nuestro istmeño, Cumbia (1935) donde se encuentra Incidente de Cumbia, pieza poética, social y antiimperialista despertadora en el cubano del deseo de conocer a su autor.

Refiere Víctor Franceschi, hubo una primera entrevista entre Guillén y Korsi, cuando estos fueron presentados una vez, en ocasión de una visita que hiciera el cubano a Panamá, Korsi le pregunto:

¿Cómo se las ingenia usted para hacer versos tan buenos?

-Eso mismo le pregunto yo a usted, contestó.

Para ese entonces el autor de Motivos de son, ya conocía a Rogelio Sinán (1902-1994), quien contemporáneamente había publicado su poemario vanguardista Onda (1929), casi pisándole los talones, aparte de ser de la misma edad.

Roque Javier Laurenza, sentenciaba en esos años en su célebre examen de la poesía nacional, y en crítica a la obra de Korsi: “Es preciso que el substratum espiritual sea producto de la tierra donde se escribe. Nicolás Guillén, el magnífico autor de “Sóngoro Cosongo”, tiene muchos poemas donde ni siquiera nombra a su tierra afrocubana, y, sin embargo, toda ella se expresa en cada una de sus líneas…No se trata de palabra simplemente, sino de espiritualidad, de esencia.”

Pasada la guerra civil española, la cual concitó la solidaridad americana, sobrevino el holocausto de la Segunda Guerra Mundial (1941-1945) y seguido la mal llamada Guerra Fría, con su secuela de persecución anticomunista y todo lo que sonara a istmo o isla.

Era el turno de los grandes contra los chicos; Estados Unidos interviene militarmente en la península de Corea (1950-1952) aunque principalmente esa política se traduce en un golpe de estado en Cuba, donde el sargento Fulgencio Batista, siguiendo la aprobación estadounidense, ha dado ese paso en marzo de 1952, cortando de facto el proceso de elecciones, instaurando un régimen represivo y criminal a favor de las mafias ítalo-estadounidenses y a favor de las grandes corporaciones de esa nación.

Era muy precaria la situación para los poetas como el mulato Guillén.

A finales de 1952, arribó a nuestro país el poeta mulato cubano, Nicolás Guillén; se dirigía a Colombia- al año siguiente aprovechando una invitación a un congreso de escritores en Argentina, no regresaría a su país (viviendo en el exilio, entre América y Europa) ante la represión desatada, hasta triunfada la revolución cubana en 1959- y según cuenta Augusto Fábrega fue homenajeado en el Jardín Balboa de la ciudad por un grupo de escritores y poetas, admiradores de su obra literaria.

Viene precedido de una merecida popularidad, Ramón H. Jurado, testimonia:

“Hace unos tres años, bordeando el día, me sorprendió una llamada: Ramón?…dígame, esa es la casa de Ramón Jurado?

Sí, diga.

Tenga la bondad, está Ramón?

Sí, él habla.

Oye chico, te habla Nicolás…Nicolás Guillén, chico. Estoy aquí, en Panamá y quiero verte… Este breve diálogo fue el preludio de un episodio para eterna memoria que momentos después presenciaríamos.

Ocurre que el gran pregonero de “Sóngoro Consongo” me había tomado una fraternal amistad cuando juntos en México, participábamos en un Congreso de Escritores. En más de una tertulia alegre que formaban Pablo Neruda, Paul Eluard, Geraldy, David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y Guillén, este siempre al lado mío, me introducía por la vida sencilla y al mismo tiempo compleja de estas grandes figuras del arte y el pensamiento.

Pero estos son recuerdos para otros días, volvamos a la fecha. Al poco tiempo de aquel diálogo mañanero nos abrazamos con toda la cordialidad caribe de Nicolás Guillén. Y al sortilegio de su fama, muy pronto integramos un coro grande amigos y admiradores del gran cubano que departía vivamente. Sin embargo, con insistencia simpática, Guillén me decía:

Oye chico, dónde está Korsi. Quiero conocer a Korsi.

Para entonces ya andábamos tras la búsqueda del querido Demetrio. Y así, instantes más tarde, se produjo el inolvidable encuentro.

Reconstruyamos el momento.

La puerta se abre sigilosamente y Korsi, con una mirada de sorpresa y burla- su vieja mirada de espectador irónico del mundo y los hombres- escruta el grupo.

(Entre los convocados estaban Ramón H. Jurado, Guillermo L. Sánchez, José María Sánchez, Álvaro Menéndez Franco, entre otros.) Se produce un silencio espontáneo. Guillén, en sordina me dice: ¿Korsi?

Sí, le respondo.

Acto seguido, con una actitud reverente y admirativa Nicolás se levanta y se dirige hacia Korsi, para entonces en plena escena, y se dan un profundo abrazo:

Maestro- dice Guillén- no podía pasar por Panamá sin conocerlo. Hace años soy un admirador suyo.

En ese instante alguien, sorprendido por el enorme parecido de los dos grandes poetas, exclamó:

¡Pero si ustedes se parecen. Se parecen mucho. Qué cosa más extraña!

Y entonces Nicolás, con esa vivacidad que lo ha hecho famoso contestó: esos son los misterios del barco negrero.

Luego vinieron los recuerdos de un París común. De la bohemia Europa que, nostálgica, añoraba en la espalda, porque el presente, enflaquecido por las ilusiones que devoraron los años, golpeaba con su espantosa presencia de una realidad estúpida.

Y nosotros espectadores mudos de estos brujos que jugaban con la belleza, seguíamos absortos pero jubilosos este encuentro que en cierto modo era el encuentro de una zona fundamental de la poesía americana consigo misma.

Pasado ese evento, se dieron cita en casa de Ramón H. Jurado, quien le regaló al isleño su recién publicada novela Desertores, donde narra la vida de Victoriano Lorenzo; Joaquín Beleño le obsequio Luna Verde; solicitó Guillén algunas obras del poeta de la calle, Demetrio Herrera Sevillano, fallecido dos años antes.

En esa tertulia entre culturosos se encontraban José María Sánchez, Eudoro Silvera, Luciano Sánchez, Ramón H. Jurado, Mario Augusto Rodríguez, y otros conocedores de la poesía criolla de la isla en forma de caimán, tomándose una foto para el recuerdo.

Se dice en aquella tarde se habló del reciente libro de Pablo Neruda, Los versos del capitán, de la promesa poética de Esther María Osses, de los versos consumados de José Franco y de las próximas obras del hermano visitante, que serían publicadas en el suplemento cultural de los diarios de la época y principalmente en la revista Tierra Firme, convocadora mensual para artistas y escritores.

Durante los hechos patrióticos del 9 de enero de 1964, no pudo contenerse ante tanto crimen, al agredirnos la bota imperialista estadounidense, y dio a conocer un poema dedicado al sacrificio de los estudiantes patriotas, titulado: Panamá.

Sobre esos años, de palabras y compromisos, respondió el poeta Luis Carlos Jiménez, al periodista y escritor Leadimiro González C.: A Nicolás Guillén lo conocí en Panamá, cuando estuvo aquí de paso rumbo a Colombia, donde iba a recibir una condecoración y me tocó a mí, junto al periodista “Monchi” Torrijos, irlo a recibir al aeropuerto de Tocumen y sostuvimos una pequeña charla con él.

Recuerdo que estaba bastante enfermo, sufría el mal de Parkinson y venía incluso con un médico, porque él era miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y una gloria nacional de las letras…mi literatura está influida de alguna manera por Nicolás Guillén.

Al poeta se le conoce en Panamá, desde la aparición de poemas suyos en la revista Épocas, a finales de los años treinta y principalmente al darlo a conocer la barda chiricana Esther María Osses, con su artículo de 1947 «Crónicas sobre Nicolás Guillén».

rmh/ga/cdv

*Historiador, egresado de la Universidad de Panamá, ha realizado estudios en España, y publicado trabajos de ensayo histórico en ese país, México, Cuba y Argentina.

(Tomado de Firmas Selectas)

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