Además de escuchar textos de los excelsos literatos, se presentaron 20 grabados artísticos del reputado pintor Nelson Domínguez, en los que se percibe la magia exquisita del color y la extraña sensualidad de la religiosidad afrocubana.
Con primoroso verbo, el embajador de Cuba en Brasil, Adolfo Curbelo, aludió a Martí, no solo por su papel decisivo en la emancipación, sino también por su amplio legado literario.
Del Héroe Nacional de Cuba, el diplomático leyó Nuestra América, texto aparecido por primera vez en La Revista Ilustrada de Nueva York el 1 de enero de 1891 y el 30 de enero del mismo año en el Partido Liberal, de México.
El embajador repasó la frase «cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea…», imagen de un hombre que no percibe la política exterior en general y la amenaza del poder imperial, en particular.
Nuestra América es considerada una de las obras fundamentales del ideario martiano y pieza de particular destaque en la historia de las ideas latinoamericanas, al defender y desarrollar la identidad continental bajo nuevas perspectivas.
Del gran novelista Carpentier, el diplomático ponderó su Premio Miguel de Cervantes, otorgado en 1977, y leyó fragmentos de la obra barroca El reino de este mundo.
Curbelo también hizo referencia al etnomusicólogo Fernando Ortiz y su contrapunteo del azúcar y el tabaco, a partir de la lectura de un fragmento sobre la caña y la planta solanácea que, aunque distintos, pues uno precisa del sol y el otro de la sombra, definen la cultura cubana asociada a esos cultivos.
Sobre el escritor Reynado Gonzaléz, Premio Nacional de Literatura 2003, apreció su ensayo Llorar es un placer, texto que constituye uno de los primeros estudios en torno al melodrama como fenómeno radial y televisivo.
Hubo referencias también al autor Julio Travieso, sobresaliente con su novela El polvo y el oro, editada en algunos países hispánicos y traducida a varios idiomas, además de ostentar el Premio Mazatlán de Literatura de México y finalista del Rómulo Gallegos, de Venezuela.
De igual manera, en la exposición en la sede del Instituto Cervantes se colocaron vitrinas con literatura no solo de Martí y Carpentier, sino también de Nicolás Guillén, considerado por su obra como el Poeta Nacional de Cuba; Dulce María Loynaz (Premio Nacional de Literatura en 1987 y Cervantes en 1992) y José Lezama Lima.
Participaron en el evento miembros del cuerpo diplomático acreditado en Brasil, alumnos que aprenden español, cubanos residentes, artistas y amigos en general.
Resultó una muestra valiosa de lo mejor de la literatura y pintura cubanas.
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