Desde el pasado 15 de abril, al Burhan, presidente del Consejo Soberano de Transición (CST), y Hamdan Dagalo, jefe de la poderoso milicia Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, inglés) pugnan por monopolizar el poder con un conflicto que devastó a Sudán y amenaza regresarlo a la edad de piedra sin pasar por el esplendor nubio.
Intentos de mediación naufragaron apenas abandonar puerto y lo único en claro ahora es que los contrincantes aseguran poder eliminar a su rival en combates en los cuales intervienen artillería a reacción y de campaña, aviación e infantería librados en zonas urbanizadas con el consiguiente resultado de civiles muertos.
Entre las víctimas de la conflagración figuran el sistema de salud, incapaz de proporcionar atención al flujo de casos provocados derivados de los combates, los cuales ya abarcan además de esta capital, la ciudad gemela de Omdurmán, la explosiva región de Darfur y otras localidades del interior del país.
La incipiente estructura industrial sudanesa asimismo yace en ruinas.
Pero el resultado más tétrico de esta guerra son las cifras de muertos, más de nueve mil, según estadísticas de aceptación universal, y unos cinco millones 600 mil personas convertidas en refugiados parte de los cuales vagan por los caminos en busca de un lugar donde reposar sus huesos sin la certeza de sobrevivir al día.
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