Para coronar los mentís, la ceremonia masiva, nunca mejor dicho, tuvo lugar el viernes 13 que, al menos en el imaginario occidental, se rige por un refrán de aceptación universal: ese día ni te cases ni te embarques, ni de tu casa te apartes.
La ceremonia, oficiada por las autoridades del estado, tuvo un componente social ya que los contrayentes provienen de los estamentos más desfavorecidos de la sociedad nigeriana, marcada por una aguda crisis económica, sin obviar graves problemas económicos y el más acuciante, la insurgencia islamista.
Los preparativos de las féminas para la boda incluyeron cursos relámpago en manualidades para hacerlas autosuficientes y capaces de aportar a la economía doméstica en tiempos duros como los actuales porque aquello de «contigo pan y cebolla», no pasa de una quimera romántica.
Esa faceta modifica el concepto arraigado en la cultura musulmana según el cual el hombre es el proveedor; pero ahora, si la mujer tiene un oficio, puede contribuir a ayudar a su esposo y al país, declaró Naisa Ahmad, una de los instructores de artesanía.
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