La tragedia se abatió sobre las naciones centroamericanas en aquel final de octubre de 1998, cuando el huracán en un errático tránsito golpeo zonas de Nicaragua, Costa Rica, Honduras, El Salvador, parte de México y siguió su curso hacia territorio estadounidense donde dejó también su huella mortífera como la segunda tormenta más pavorosa en la historia.
En El Salvador causó la muerte de unas 240 personas, estragos millonarios en la infraestructura y la agricultura, daños en unas 10 mil viviendas y casi medio millón de damnificados.
Mitch dejó además miles de víctimas en los países de la región, donde los hondureños vivieron la peor parte de la tragedia con cerca de 11 mil muertos e igual cantidad de desaparecidos, aunque las cifras son «estimados”, lo real no se pudo determinar.
En Nicaragua, el alud de lodo del volcán Casita causó la muerte de unas tres mil personas, otras mil personas fallecieron en otras partes del país por Mitch, además de graves daños en la infraestructura y la red de carreteras. La costa Caribe aun vive los efectos de esa “bestia” que destruyó todo a su paso, cambió el curso de ríos y destruyó bosques y reservas naturales.
El ambientalista Luis González, de la Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES) es de los que estima que pese a la tragedia de hace 25 años el país es aún más vulnerable.
Nadie duda de las acciones tomadas por el gobierno ante la cercanía de Pilar, la tormenta que avanza lentamente es recordatorio de lo que no se hizo y de todo lo que se puede hacer para disminuir los efectos del cambio climático, ya no se puede evitar, al hombre solo le queda la alternativa de disminuir el daño.
“Un huracán necesita mucho océano para cobrar fuerza y para nutrirse, y se mueve con la rotación de la Tierra hacia el occidente. Eso implica que se va a formar en donde puedan moverse sin ser interrumpidos y se irán debilitado sobre tierra firme”, explicó el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN).
Pilar no tiene mucho recorrido por mar como lo tuvo Mitch desde los mares de África, el océano Atlántico y por todo el Caribe para batir con fuerza a Centroamérica y dejar su estela que aun hoy causa pavor y recuerda el dolor de muchas jornadas de muerte y desolación.
Aquella onda tropical que nació y partió de las costas africanas con más de ocho mil kilómetros de océano por delante, del cual se alimentó lo suficiente para pasar a figurar en la historia como el segundo huracán más potente, “solo por debajo del ‘Gran Huracán’” ocurrido dos siglos antes, en 1780, en las Antillas Menores, y comparable a los destructivos huracanes Galveston de 1900 y el Fifi de 1974, es recordada ahora con alarma ante la llegada de Pilar.
Hay temor, tal vez no infundado, pues hace pocos días el huracán Otis desafió las previsiones al transformarse rápidamente de tormenta tropical en huracán de categoría 5 y azotar la ciudad costera de Acapulco, donde dejó una ciudad en ruina y p´rrdidas multimillonarias.
Las pérdidas en El Salvador que el huracán Mitch dejó a su paso fueron 240 fallecidos, 84 mil 005 damnificados, 10 mil 372 viviendas afectadas y 326 centros educativos afectados, de acuerdo con datos oficiales, algo que muchos recuerdan cuando se acerca Pilar.
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