Su nombre está atado a las tres fronteras que entreteje la cuenca del río Sangha y los tres parques nacionales que confluyen en más de 750 mil hectáreas: Lobéké, de Camerún; Ndokide, de la República Centroafricana, y Nouabalé-Ndoki, en el Congo.
Es una región llana, donde las intensas precipitaciones dan forma a densas selvas, lagos, humedales y ríos con grandes bancos de arena; así como a claros dentro del bosque, considerados islas ecológicas y denominadas baïs cuando están situadas a orillas de los ríos, y yangas, en el caso de las depresiones.
Cada una de ellas tiene vegetación propia, incluidas especies que no se encuentran en la selva, y entre las cuales se hallan árboles en peligro crítico de extinción como el Autranella congolensis.
Pero la gran protagonista del lugar es la fauna, desde los cocodrilos del Nilo y los inmensos y voraces peces tigre que dominan las aguas hasta los elefantes de bosque y gorilas de las planicies occidentales, en grave peligro de extinción; al igual que chimpancés, una especie también amenazada.
Salvo pequeñas comunidades indígenas de cazadores-recolectores y una reducida comunidad de pescadores en el interior de la zona, la actividad humana en ese espacio es mínima, lo que ha permitido una continuidad de los procesos ecológicos y evolutivos a gran escala, además de la preservación de una gran biodiversidad.
Estas dos últimas fueron razones suficientes para que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) eligieran al Sitio Trinacional de Sangha como Patrimonio de la Humanidad, una oportunidad para que los tres países involucrados fortalezcan la alianza existente desde 2007 para proteger esta joya natural.
(Tomado de 4ta Pared, suplemento cultural de Orbe)