Por Mariela Pérez Valenzuela
Corresponsal jefe de Prensa Latina en República Dominicana
Codiciada y venerada, Larimar es una variedad de la pectolita, mineral que pertenece al grupo de los silicatos y su lindísimo aspecto se debe –según expertos- a su origen volcánico.
Su nombre procede del griego antiguo Pectos, que significa “bien unidos”, en alusión a los grupos de cristales que van desde un azul muy pálido casi blanco al azul oscuro, en ocasiones un turquesa profundo, otra gema de igual nombre, pero diferente en composición química y estructura.
Ausente en Haití –la parte oeste de la isla La Española, que también ocupa República Dominicana- puede convertirse en una codiciada joya a la que rodean misterios, pues se le atribuyen determinadas bondades vinculadas al espíritu humano.
¿CÓMO ENCONTRARON A LARIMAR?
Miguel Méndez, artesano dominicano, emprendió a finales de los años 70 del pasado siglo la exploración de la piedra que aún carecía de nombre, pero que le atraía por tratarse de un desconocido mineral observado cerca de la desembocadura del río Bahoruco, en la provincia de Barahona.
Acompañado de su colega en geología Normal Rillind, los amigos buscaban un descubrimiento que traería prestigio a República Dominicana.
La encontraron y certificaron su hallazgo. Méndez decidió ponerle el nombre combinado de su hija, llamada Larissa y Mar, como fuerza de la Naturaleza. De ahí nació Larimar, considerada con un alto potencial de espiritualidad al infundir serenidad, amor y armonía a quienes la porten, según afirman los residentes en el entorno del mar Caribe, donde se hallan sus yacimientos mayores.
Es un metal muy buscado para concordar el corazón y los sentidos, mientras otros adoradores plantean que aporta fortaleza, regocijo y luminosidad.
Aunque no hay confirmación científica de tales dones, el positivismo que la población le atribuye se ha extendido al tratamiento de distintas dolencias físicas.
Sus poderes, sean o no reales, hacen que cada vez haya más personas que la usan como amuleto, o talismán en la meditación y la concentración mental. Los artesanos hacen objetos de gran valor, como anillos, pendientes, colgantes o pulseras.
SOLO EN LA REPÚBLICA DOMINICANA
República Dominicana es afortunada al poseer ese tesoro natural. Se encuentra en cavidades de rocas a las que han sido arrastrados los sedimentos de pectolitas azules desde el mar a través del río Bahoruco.
¿Qué hace única a este regalo de la Naturaleza a los dominicanos? Su atractivo mayor radica en sus colores diversos, incluidos las raras tonalidades rojizas.
Aunque las piedras semipreciosas son menos estimadas, si se les contrasta con las gemas, en el caso de Larimar tiene una valía especial, pues resulta de un territorio único en el Caribe, en una mina situada a 10 kilómetros de las montañas.
Sin embargo, su disponibilidad puede ser restringida, ya que se desconoce su extensión territorial.
La piedra, también conocida como Turquesa Dominicana, Piedra Azul y Roca Azul, representa asimismo el sustento de cientos de familias dedicadas a su extracción y posterior comercialización, principalmente en el distrito municipal de Barohuco.
Su origen está lleno de misterios. La isla donde radica República Dominicana, antes llamada La Hispaniola, se formó mediante erupciones volcánicas hace unos 100 millones de años. Surgió una montaña en la Sierra de Bahoruco (al suroeste del país), donde se encuentran los yacimientos. Los indígenas que siglos después llegaron a esas tierras la llamaron Piedra Azul, al creer que emanaba del mar.
MUSEO DE LARIMAR República Dominicana rinde homenaje a esa piedra que atrae la mirada internacional hacia la bella nación caribeña.
En la zona colonial de Santo Domingo, la capital, funciona el Museo del Larimar, en el que muestran al público datos, rasgos e historias de carácter científico.
Ese sitio, que capta la atención por igual de nacionales y extranjeros, exhibe técnicas museográficas con efectos tecnológicos y visuales que descubren la belleza de la piedra, también presentada en joyas exclusivas.
Además, los interesados pueden visitar, acompañados de guías, las minas de Larimar, donde conocen de la mano su lugar de origen y extracción.
El Congreso Nacional de la nación caribeña declaró el 22 de noviembre de cada año como “Día Nacional del Larimar”, porque un día similar, de 1916, el sacerdote Miguel Domingo Fuertes avistó la piedra en Barahona y dio lugar a posteriores expediciones.
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