Este evento comenzó en 1981, todavía bajo la dictadura de Augusto Pinochet, con unas pocas casetas instaladas en el Parque Forestal aledaño al Museo de Bellas Artes, declaró a Prensa Latina el presidente de la Cámara Chilena del Libro, Eduardo Castillo.
Desde el primer momento, agregó, hubo una respuesta positiva de la gente a esta tribuna de expresión “que creció rápidamente y pronto empezamos a soñar con reubicar la feria en la estación de trenes, abandonada desde hacía años”.
Fuimos tres personas quienes tomamos la decisión de pelear por este lugar y en 1989 se nos permitió organizar el evento en este sitio, entonces abandonado, pero que forma parte del centro histórico de Santiago, señaló Castillo.
En 1990, bajo la presidencia de Patricio Aylwin, éste ordenó la creación de una corporación encargada de administrar la estación y poco después con apoyo de España se logró la restauración completa del edificio.
Recordó que la Estación Mapocho fue un lugar neurálgico para el transporte por ferrocarril a todo el país. Si usted quería ir a Europa, dijo, debía abordar aquí el tren transandino y viajar por la cordillera hasta Buenos Aires, Argentina, y tomar un vapor.
Hacer la Feria Internacional del Libro de Santiago en este lugar tiene un simbolismo muy grande y por aquí desfilaron numerosos países invitados de honor, como lo hace ahora Panamá, y con anterioridad estuvieron Argentina, Ecuador, Colombia y España, entre otros.
Preguntado acerca de la importancia del libro en Chile, Castillo expresó que los lectores siempre están allí y más allá de los soportes, si es en papel o digital, la labor de los editores es saber conectar con los textos adecuados, tender puentes efectivos.
Cuando se creó la radio, comentó, muchos auguraron la muerte del libro, y lo mismo sucedió cuando surgió la cinematografía y la televisión, pero la realidad es que hoy día se publican más libros que nunca en todo el mundo.
Acerca de la vinculación de la Feria con las culturas originarias chilenas, Eduardo Castillo explicó que este año se trató de tener como invitada especial a Rapa Nui (Isla de Pascua), pero por cuestiones de recursos y tiempo no fue posible.
Respecto al impacto de este evento cultural y literario entre la población, aseguró que cada cual se lleva dentro de sí mismo su propio imaginario de la feria, su experiencia personal y vivencia íntima, independientemente de su edad, y eso lo acompañará por mucho tiempo.
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