A pesar de su muy inferior consumo per cápita de plástico, los estados pobres soportan una carga hasta 10 veces superior a la de los más ricos, en particular en países como Kenya, señala el informe del WWF que califica de “desproporcionado” el impacto en los primeros.
El texto subraya la “necesidad urgente de una intervención global para revertir esa situación e identifica tres desigualdades estructurales que impactan en los estados de ingresos medios y bajos, la primera su mínima influencia sobre la producción de plástico”.
La segunda desigualdad es que la rápida tasa de producción de plásticos es superior a los recursos técnicos y financieros para la administración de desechos en los países de la periferia; la tercera es la falta de un mecanismo justo para responsabilizar a países y compañías por sus acciones contaminadoras.
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