El 30 de noviembre de 1895, el generalísimo Máximo Gómez y el lugarteniente general Antonio Maceo se reunieron en los potreros de Lázaro López, poblado cercano a esta ciudad, para unir las fuerzas mambisas y llevar adelante la lucha por la independencia de la nación.
La cita con la historia resulta cada año un acontecimiento importante para los cubanos, porque el abrazo de Gómez y Maceo no solo marcó el encuentro entre dos grandes jefes militares sino también la organización de las tropas para llegar al occidente del país y levantar en armas a toda la isla.
Hoy en ese lugar se ubica el complejo escultórico Lázaro López, que rememora el trascendental hecho y evoca la inmortal arenga pronunciada por Gómez, en la cual expresó: “El día que no haya combate será un día perdido o mal empleado.”
Un día antes, el 29, Maceo irrumpió con su tropa la Trocha de Júcaro a Morón, fortificación creada por el alto mando militar español para tratar de frenar el empuje victorioso del Ejército Libertador hacia la región occidental del país.
Según los historiadores ese acontecimiento resultó una victoria definitiva, contra la estrategia colonialista para imposibilitar el traslado de las fuerzas sublevadas.
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