Por Raixa Llauger y Jaime Cárdenas*
Colaboradores de Prensa Latina
El caracol gigante africano (CGA) es considerado uno de los más dañinos y, de acuerdo con el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), esta especie se alimenta de por lo menos 500 diferentes tipos de plantas.
Es necesario considerar que varios factores influyen en su ciclo de vida, aunque se conoce que tiene una amplia capacidad de adaptación por encontrarse fuera de su nicho original; por esto son recomendadas las evaluaciones regionales o locales para profundizar más en su biología como especie invasora.
En los últimos años se ha acentuado la inestable oferta del clima global, obligando a los organismos, entre ellos el CGA, a adaptarse a nuevas condiciones, modificando su comportamiento epidemiológico.
Desde la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en articulación con el Organismo Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria así como otras instituciones vinculadas, abordamos que el análisis de riesgos sea un componente fundamental para la gestión de cualquier plaga, siempre que se realice en apego a la metodología establecida por la Convención Internacional de Protección Fitosanitaria (CIPF/FAO).
El análisis de riesgos además brinda elementos para la toma de decisiones con enfoque preventivo, buscando proteger la salud, la seguridad alimentaria y, a la vez, facilitar el comercio.
EXPERIENCIAS DESTACADAS
Existe evidencia que indica que la introducción del CGA, su establecimiento y posterior dispersión dentro de la zona o país infestado por la plaga, representa un riesgo con potenciales consecuencias agrícolas, ambientales y para la salud humana.
Los países invierten recursos y capacidades para erradicar, contener y enfrentar a las plagas. Los esfuerzos en países como República Dominicana, Costa Rica y Nicaragua para responder a los brotes del molusco son destacables.
Se mantiene un compromiso de sensibilizar sobre las medidas de mitigación para el CGA y continuar elevando las capacidades de las Organizaciones Nacionales de Protección Fitosanitaria en aspectos como la detección y alerta temprana, la respuesta y, en general, la toma de decisiones oportunas contando con un plan de acción nacional a nivel de los países.
El objetivo es gestionar de manera más eficiente y ordenada el trabajo técnico, involucrando a las comunidades, las asociaciones y distintas instituciones públicas y privadas, y optimizar los recursos.
Para ello se requiere concentrar los esfuerzos que permitan la erradicación, la contención y también ralentizar el avance de la plaga y gestionar el trabajo en los países que actualmente están libres del molusco.
Para la FAO, la gestión de amenazas como el CGA es un proceso que involucra y orienta esfuerzos de los sectores público y privado de manera sistemática, integral y coordinada a fin de manejar adecuadamente la potencial emergencia y sus efectos.
Sabemos que es una tarea desafiante para cualquier país y para nuestra región, en la que además confluyen amenazas climáticas y de otra índole. Por esto la prioridad de fortalecer los controles oficiales en fronteras, la cuarentena, la vigilancia, los Sistemas de Alerta Temprana (SAT), los mapas de riesgo y el uso de cuadrantes para los análisis epidemiológicos, de la mano de una estrategia de comunicación del riesgo, incluidas acciones de capacitación a las comunidades y extensionismo fitosanitario.
La FAO continuará las acciones de preparación y articulación para el fortalecimiento de la capacidad fitosanitaria, a partir de información rigurosa y técnica. De esta manera es que creemos se hace la diferencia entre la teoría y la acción contra plagas de alta importancia cuarentenaria y sanitaria.
arb/ga/rll/jc
*Los autores son la oficial de Agricultura y el especialista en Sanidad Vegetal, respectivamente, ambos de FAO para Mesoamérica.