Por Fausto Triana
Ni encuestas, ni especialistas se acercaron siquiera a lo que iba a ocurrir. Y hoy cuando el socialista Pedro Sánchez se reacomoda en el Palacio de la Moncloa para un período de cuatro años más, tampoco queda claro si su mandato tendrá el recorrido completo.
El ácido enfrentamiento entre el opositor Partido Popular (PP) y la alianza de Gobierno de los socialistas de Sánchez y el grupo Unidas Podemos, pareció inclinar la balanza hacia los conservadores y en las elecciones municipales y regionales de mayo la respuesta fue contundente.
Al punto de que ante el empuje del PP con pactos con la ultraderecha de Vox en el dominio de las administraciones en casi todo el país, el jefe del Ejecutivo decidió adelantar los comicios generales para el 23 de julio.
Se antojaba el último recurso de Sánchez para tratar de, en lo posible, equilibrar un tanto la balanza. Sin embargo, todos los sondeos y análisis de observadores y expertos daban por seguro el regreso a la Moncloa del PP con su líder, Alberto Núñez Feijóo.
Un panorama que se hacía más confuso en la palestra internacional con España asumiendo desde el 1 de julio la presidencia semestral del Consejo de la Unión Europea (UE), junto con una cumbre con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en Bruselas el 17 y 18 del mismo mes.
MANUAL DE RESISTENCIA
Fiel a su libro Manual de Resistencia, que se convirtió en una suerte de guía espiritual para Sánchez, el gobernante plantó cara y si bien tampoco salió airoso en el único debate televisivo cara a cara con Núñez Feijóo, logró revertir la tendencia.
La pregunta que todavía flota en el aire se ciñe a un solo vocablo: ¿cómo?.
La izquierda, aparentemente, pudo mejorar sus apoyos al instalarse en el electorado el miedo a que el PP terminaría llevando al Gobierno nacional a los ultranacionalistas de Vox.
Vox, con Santiago Abascal de líder, se sintió arropado en ejecutivos municipales y regionales, con el estímulo de una administración dentro de la UE (Italia) con perfiles similares y, muy recientemente, con Argentina también en la línea de la ultraderecha.
Aun así, llegó la sorpresa. El PP fue la organización más votada de las elecciones generales, pero sin alcanzar mayoría, ni siquiera sumando con Vox, de los 176 escaños requeridos para formar Gobierno.
De todas formas, Núñez Feijóo buscó sus alternativas, tal vez consciente de que el espaldarazo de Vox era demasiado incómodo para conseguir otros aliados.
Los guarismos no se movieron ni un milímetro. El PP obtuvo sus 137 puestos, más 33 de Vox, 1 de UPN de Navarra y otro de Coalición Canaria, es decir 172 sufragios el cierre del mes de septiembre.
Quedó la escena lista para que Sánchez se entrevistara con el rey Felipe VI con miras a llevar al Congreso de Diputados de España su investidura presidencial.
AMNISTÍA DE LA DISCORDIA
Sumido en un secretismo que desató la furia de la derecha a partir del inminente pacto de la izquierda con el independentismo de Junts per Catalunya, a cambio de los siete votos del partido de Carles Puigdemont, las negociaciones demoraron bastante.
Convencido de lograrlo, Sánchez prometió repetir en la Moncloa con una línea amplia y progresista, fiel a la Constitución al defender, sin mencionarla, la futura Ley de Amnistía, compromiso fundamental para los arreglos con Junts.
Denostada la figura de Puigdemont, prófugo de la justicia y principal instigador de la independencia de Cataluña, el PP y Vox enfilaron los cañones al presidente del Gobierno por “traicionar a los españoles” a cambio de un puñado de votos.
Quiere seguir de presidente a cualquier costo, virándole la espalda a los españoles y amparando a evasores de la justicia, repitieron con insistencia Feijóo, Abascal y numerosos políticos, al igual que algunos socialistas decepcionados con su grupo.
Finalmente, el 16 de noviembre Sánchez conquistó 179 votos en la Cámara Baja para ser investido presidente. Contó con los respaldos socialistas (121), el grupo Sumar (31), Esquerra Republicana de Cataluña (7), Junts (7), EH Bildu (6), PNV (5), BNG de Galicia (1) y Coalición Canaria (1).
Manifestaciones de protestas antes y después del dictamen parlamentario revelaron una oposición dura que, a todas luces, hará muy difícil el nuevo mandato de Sánchez.
Caminando sobre la cuerda de equilibrio y, asimismo, con desavenencias internas dentro de la coalición de Gobierno, el jefe del Ejecutivo no descansa en su afán de imponer su relato en contraposición con el de la derecha.
Queda de todas formas en evidencia, que la amnistía y sus vericuetos, no son santo de la devoción de la mayoría de los españoles.
La polémica en curso sobre la futura ley de amnistía añadió una dimensión ética y moral al debate político. Las discusiones sobre la reconciliación nacional, la memoria histórica y la justicia social evidenciaron las tensiones dentro de la sociedad española.
Mientras algunos abogan por una amnistía como medio de cerrar heridas históricas, otros argumentan que la justicia debe prevalecer sobre la reconciliación, destacando la complejidad de abordar eventos del pasado.
A la vista, un 2024 plagado de tormentas políticas en España.
arc/ft