La obra, que participó este año en el prestigioso Festival de Cine de Venecia, es un homenaje al cineasta de la isla caribeña Nicolás Guillén Landrián (1938-2003), reconocida figura vanguardista dentro del cine nacional.
Con este realizador surge una paradoja, es uno de los cineastas menos conocidos por el público cubano y sin embargo uno sobre los que más se ha escrito; lo que tiene un gran interés académico, explicó Daranas en encuentro en esta capital con la prensa.
Fue uno de los más vanguardistas cineastas cubanos de los años 60 y 70, no obstante, su obra no fue justamente valorada y su figura relegada al ostracismo, narra el documental.
Él poseía la capacidad de reflejar la espiritualidad de la nación sin necesidad de abordar muchas veces la religión, aunque la aborda; en su obra hay una mirada sumamente respetuosa de lo que somos como pueblo, opinó el realizador sobre el talento artístico del cineasta.
En 2022 una parte de sus documentales comenzó a ser restaurada, pretexto presentado por la cinta para retomar su propia narrativa sobre el contexto cubano de entonces.
Mediante entrevistas y material bibliográfico, el largometraje muestra al espectador pasajes de la vida y obra del controversial cineasta cubano, incluyendo su fase como poeta y las causas que lo llevaron a emigrar a Estados Unidos en la década de 1980.
Sobre el significado que la película tiene para su realizador, Daranas declaró que era entre otras cosas “una misa espiritual que reivindica el sufrimiento y muchas cosas que lamentablemente siguen dañando nuestro cine”.
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