De acuerdo con esas estimaciones, el 93 por ciento de la población de la Franja se enfrenta a índices críticos de hambre, con alimentos insuficientes y altos niveles de desnutrición.
Al menos uno de cada cuatro hogares se enfrenta a condiciones catastróficas que incluyen una extrema falta de insumos y hambre, por lo que recurren a la venta de sus posesiones y otras medidas extremas para permitirse una comida sencilla.
El hambre, la miseria y la muerte son evidentes, asevera la Asociación que incluye a entidades como la Organización Mundial de la Salud.
La falta de alimentos impacta en la proliferación de las enfermedades en todo el enclave, especialmente entre los niños, las mujeres embarazadas y lactantes y las personas mayores.
La población civil en el enclave ya experimenta tasas vertiginosas de enfermedades infecciosas con más de 100 mil casos de diarrea desde octubre.
Según el informe, la mitad de ellos son niños menores de cinco años lo que equivale a una cifra 25 veces mayor que los índices antes del conflicto.
Otros padecimientos como la infección de las vías respiratorias superiores, meningitis, erupciones cutáneas, sarna, piojos y varicela afectaron a más de 150 mil personas desde el inicio de la crisis.
La escasez de agua y las preocupaciones sobre su seguridad afectan la utilización de los alimentos y la capacidad de las personas para hacer un buen uso de los insumos a los que acceden.
En la Gaza sitiada y devastada por la guerra, los desplazados internos en el sur acceden como promedio a menos de dos litros del vital líquido por persona por día.
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