Cuando en mayo de 2019 llegó la esperada conclusión de la fantasía medieval basada en las novelas del escritor George R.R. Martin, una parte significativa del público y la crítica coincidió en que el cierre estuvo por debajo del desarrollo mostrado por uno de los programas más populares de todos los tiempos.
A pesar de esa insatisfacción, los amantes de Juego de Tronos tuvieron un placer del que no han podido disfrutar fanáticos de otras series televisivas que debieron despedirse de algunos de sus títulos favoritos antes de que recibieran un final orgánico.
Las cancelaciones de series, muy frecuentes en un mundo del entretenimiento saturado de propuestas para los gustos más diversos, han dejado a muchas personas colgadas de finales abiertos que no responden a un recurso narrativo cautivador, sino a las demandas económicas de una industria que en gran medida depende de los anunciantes y los ratings de audiencia.
En algunas ocasiones, obras que murieron prematuramente en una cadena determinada fueron rescatadas por otra e incluso gozaron de una popularidad mayor a la mostrada en su casa original, como sucedió con Manifiesto, concluida de forma abrupta por NBC en 2021 y luego revivida con éxito por la plataforma Netflix. Pero en la mayoría de los casos no ocurre de ese modo.
Tal fenómeno tiene mucho que ver con el concepto de peak TV (pico de la televisión), acuñado en 2015 por el presidente de la cadena FX Networks John Landgraf para referirse a una sobreproducción de programas. Ese año, se estrenaron en Estados Unidos 420 series y desde entonces los números siguieron creciendo, con 560 nuevos títulos originales en 2021 y 590 en 2022.
Esa cantidad de ofertas —vista por medios y expertos como una burbuja que ya estalló—, el hecho de que a finales de 2022 varios servicios de streaming informaron pérdidas financieras y de suscriptores, y la recién concluida huelga de actores y guionistas que se prolongó por más de 100 días hacen suponer un cambio de perspectiva en la forma de producir y difundir televisión.
De momento, la audiencia dijo adiós antes de tiempo en los últimos meses a series como Heels, 1899, Leyendas del mañana y La monja guerrera. Esta última llevó a que sus fanáticos desplegaran una gran campaña en línea para rescatarla y Netflix anunció en junio que regresará como una trilogía de largometrajes.
Un sondeo realizado en marzo pasado por la encuestadora YouGov arrojó que casi la mitad de los estadounidenses (46 por ciento) a veces o siempre prefieren esperar el cierre definitivo de un programa antes de comenzar a verlo.
Esa puede ser una buena estrategia a seguir para no quedar con un final sin resolver. A fin de cuentas, con tal abundancia de producciones en los últimos años, no van a faltar propuestas entre las que escoger.
(Tomado de 4ta Pared, suplemento cultural de Orbe)