Televisoras regionales mostraron manifestaciones en diversas aldeas y ciudades de la Ribera Occidental tras conocerse la muerte anoche de al-Arouri en un ataque ocurrido en Beirut, la capital del Líbano.
En la incursión también perdieron la vida otras seis personas, incluidas Samir Fandi y Azzam al-Aqraa, dos dirigentes del ala armada del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas).
En un comunicado, las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa, afiliadas al movimiento Fatah, afirmaron que la muerte de al-Arouri “no hará más que aumentar nuestra determinación de resistir”.
También el primer ministro palestino, Mohammad Shtayyeh, condenó el hecho al tiempo que advirtió sobre sus repercusiones en la zona.
Por su parte, el jefe de la oficina política de Hamas, Ismail Haniyeh, calificó el ataque de “acto terrorista en toda regla” y una una expansión de las hostilidades israelíes contra los palestinos.
En similar sentido se pronunció la Yihad Islámica al señalar que el asesinato “es un intento del enemigo de ampliar el alcance de las confrontaciones para arrastrar a la región a la guerra”.
La prensa israelí reveló que el secretario del gabinete, Yossi Fuch, ordenó a los ministros evitar dar entrevistas o hacer declaraciones sobre el ataque, aunque Danny Danon, parlamentario del gubernamental partido Likud, celebró en las redes sociales el incidente y felicitó a los servicios de inteligencia.
Un funcionario afirmó al periódico Yedioth Ahronoth que el asesinato de al-Aruri fue “una operación de alta calidad, y todos los líderes de Hamas están condenados a muerte”.
Durante la llamada Intifada de Al Aqsa (2000-2005) las Fuerzas Armadas y los servicios de inteligencia de Israel utilizaron de forma sistemática la política de asesinatos selectivos, cuestionada por la comunidad internacional.
Según el Centro de Información Israelí para los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados, de 2002 a 2008 al menos 387 palestinos perdieron la vida en esas operaciones.
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