Desapareció la tradición, como lo hizo la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Y aquellas concentraciones bajo la nieve, frente al Mausoleo de Lenin, quedaron en el recuerdo y la nostalgia de tanta gente que creyó en la causa de los soviets.
Para muchos extranjeros que entonces estudiamos aquí, sobre todo de naciones tropicales y ajenas a las bajas temperaturas, la primera nevada de su vida fue un 7 de noviembre.
Casi siempre puntual, llegaba ese día acompañada de la leyenda urbana de que el Gobierno mandaba a bombardear las nubes para que la nieve no faltara en el desfile.
Nunca supe si fue cierto, pero me gustó la historia, el empeño, la fortaleza que para mí rondaba tal acción, así que al segundo año de mi estancia en Moscú, ya el 6 de noviembre en la noche, soñaba los cañones lanzando proyectiles a las nubes para que lloviera nieve.
Entre esas añoranzas amanecí esta mañana, salté a la ventana, y no hubo sorpresas. Moscú amaneció con frío, pero sin nieve, con tímidas menciones a la fecha, a su significado, pero sin desfile. Sin duda, este país es otro.
La efeméride languideció camuflada entre los feriados por el Día de la Unidad Nacional, el 4 de noviembre, introducido de manera oficial en 2005, para celebrar que en el siglo XVII el pueblo ruso se unió para salvar al país de la ocupación polaca.
El festejo de tres días abarca el 7 de noviembre, conmemorado desde 1918 hasta 1991, para celebrar el aniversario de la Revolución de 1917 (según el antiguo calendario ocurría el 25 de octubre).
Tras la desintegración de la URSS, las flamantes autoridades decidieron abolir la celebración y el día libre, y para la «naciente» Rusia crearon una nueva fiesta, ya no soviética, sino rusa.
No obstante, las imágenes se agolpan, los recuerdos también, y varias publicaciones del país desempolvan la fecha para recordar lo bueno y malo del pasado, pero también para llamar la atención sobre las señales de futuro que lanza el Kremlin.
Hace un mes, en su intervención ante el Club Internacional de Debates Valdái, reunido en Sochi, el presidente Vladimir Putin señaló que el viejo modelo de capitalismo se ha agotado, pero también dijo que es imposible volver al socialismo.
El mandatario manifestó que Rusia debe vivir en una era de cambios y que el país optó por la línea del “conservadurismo moderado”. Putin emitió la orden de celebrar de manera digna el tricentenario de la creación del Imperio Ruso.
Sin embargo, Alexander Jarlamenko, investigador del Instituto de América Latina de la Academia de Ciencias de Rusia, subrayó esta semana que la Revolución de Octubre fue el acontecimiento histórico más importante del siglo XX en el mundo.
Para el historiador Vladimir Egorychev, el acontecimiento no solo marcó el comienzo de una nueva página en la historia de los pueblos de la otrora Rusia zarista, sino que se convirtió en un ejemplo para los oprimidos de todo el mundo.
“Fue el Gran Octubre el que dio impulso al desarrollo de los movimientos de liberación nacional, como consecuencia del colapso del sistema colonial mundial”, expresó el experto en un artículo publicado este domingo bajo el título Revolución de Octubre: 10 días que estremecieron al mundo.
El también miembro de la Unión de Escritores de Belarús significó que el emergente Estado soviético se convirtió en un punto de referencia para muchos pueblos a la hora de determinar el camino de la solución real de los problemas sociales.
En su opinión, la experiencia de Octubre se vuelve cada vez más importante y preciosa porque permite delimitar de manera correcta la línea de lucha a seguir y mirar al futuro con optimismo.
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