Al cierre del corriente se espera la pérdida de 125 millones de empleos y grandes diferencias en la recuperación entre los países ricos y pobres, lo cual ralentizó la actividad laboral por la falta de acceso a las vacunas y los estímulos fiscales, según alertas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Durante 2021 los sucesivos rebrotes de la enfermedad generada por el coronavirus SARS-CoV-2 y la aparición de nuevas variantes del germen, modificaron las estimaciones de esa agencia de Naciones Unidas.
Fueron precisamente esas circunstancias las que agravaron las disparidades entre las economías con el consiguiente estancamiento en el repunte mundial, y por supuesto empeoraron las proyecciones de empleo de inicios de año, cuando se apuntó la desaparición de 100 millones de trabajos con respecto al 2020.
De ahí que el aumento real a 125 millones de puestos de trabajo menos se traduzca en una reducción drástica de los ingresos laborales y el consiguiente aumento de la pobreza.
En comparación con 2019, a nivel mundial la categoría de trabajadores pobres o sumamente pobres (personas y sus familias que viven con una suma inferior a 3,20 dólares al día) engrosó con 108 millones más.
Hace apenas un mes la OIT recordó que a principios de 2021 el número de horas trabajadas aumentó, lo cual generó cierto aliento, pero a partir de entonces la actividad laboral se empantanó y se convirtió en un proceso incierto y dispar, motivo de preocupación global.
A ello se suma que la productividad laboral a escala mundial aumentó a un ritmo mucho menor, con crecimiento negativo en los países de ingresos bajos o medianos bajos, cuyo efecto fue el incremento de la brecha de productividad entre las economías en desarrollo y las avanzadas.
Esta brecha se amplió 18 veces en 2021, la mayor diferencia desde 2005.
LOS MÁS AFECTADOS
La crisis de la Covid-19 afectó con mayor dureza a los trabajadores más vulnerables, de ahí que también agravó las desigualdades preexistentes.
Dada la falta de protección social generalizada -por ejemplo, la de los dos mil millones de empleados en el sector informal-, las perturbaciones laborales relacionadas con la pandemia tuvieron consecuencias catastróficas para los ingresos y los medios de subsistencias de las familias.
En tal sentido, las mujeres fueron más golpeadas que los hombres por las consecuencias adversas en el mercado laboral. A escala mundial, la tasa de ocupación de ellas se redujo en un cinco por ciento, frente al 3,9 en el caso de los varones.
En particular, las mujeres tienen muchas más probabilidades que los hombres de salir del mercado de trabajo y dejar de formar parte de la fuerza laboral.
Al equipo femenino se unieron los jóvenes, particularmente afectados ya sea por la pérdida de empleo, la salida de la fuerza de trabajo o la incorporación tardía a ésta.
Las tasas de ocupación de ese grupo poblacional (de 15 a 24 años) disminuyeron en 8,7 por ciento, frente al 3,7 en el caso de los adultos. Ello puso de relieve un riesgo muy elevado de una generación perdida, según el Observatorio de la OIT.
En el transcurso de este año también se evidenció una repercusión desigual por sector económico, zona geográfica y mercado de trabajo, por lo que se puso de manifiesto la inquietud relacionada con una recuperación en forma de K.
Es decir, que los sectores y trabajadores más afectados se queden atrás para dar lugar a una desigualdad cada vez mayor, a menos que se adopten medidas correctivas.
GRANDES DIFERENCIAS Y CONTRASTES
Sobre el tema de esas grandes diferencias los expertos ubicaron en primer lugar al contraste en el despliegue de las vacunas y los paquetes de medidas de estímulo fiscal.
“Es dramático que estas tendencias vengan determinadas por la desigualdad de la distribución de las vacunas y de la capacidad fiscal, y es acuciante solucionar ambos aspectos”, dijo el director general de la OIT, Guy Ryder.
Según cálculos de esa organización, por cada 14 personas vacunadas con el esquema completo en el segundo trimestre de 2021 se añadió un puesto de trabajo de tiempo completo al mercado laboral mundial, lo que impulsó sustancialmente la reanimación económica, pero luego vino el estancamiento.
Ello puso de relieve que la inmunización contra la Covid-19 facilitó ampliamente la recuperación y dio lugar a una gran disparidad al respecto entre países desde el segundo trimestre en adelante.
De ahí que la adopción de medidas encaminadas a reducir la desigualdad en términos de vacunación podría conllevar amplios y rápidos beneficios en el mercado laboral a escala mundial, y propiciar una recuperación más equitativa e inclusiva.
Es así que las estimaciones y los datos por países más recientes ponen de manifiesto, por lo general, que la crisis sanitaria provocó un gran déficit de empleo que persiste en la mayoría de las naciones.
Y pese a que el desempleo disminuyó paulatinamente, el nivel de inactividad siguió elevado, lo cual dio lugar a una relación empleo-población muy inferior al valor de referencia anterior a la pandemia.
En 2021, la recuperación del empleo sigue siendo leve y, con frecuencia, dispar. Válidas entonces las palabras del director general de la OIT al plantear que la recuperación de la Covid-19 no es una mera cuestión sanitaria.
“Habrá que superar el grave daño a las economías y las sociedades, de lo contrario sus efectos podrían prolongarse durante años en forma de pérdida de potencial humano y económico, y de mayor pobreza y desigualdad. No puede haber una recuperación real sin una recuperación de puestos de trabajo dignos”, advirtió.
arb/crc
(*) Periodista de la Redacción de Economía de Prensa Latina