En un principio, el Ministerio de Viviendas, Comunidades y Autoridades Locales había alegado que el tema de la mina de carbón era un asunto local, pero la presión ejercida por el movimiento ecologista lo hizo cambiar de parecer.
Según explicó ahora el ministro Robert Jenrick, en carta dirigida al consejo de Cumbria, el proyecto para extraer 2,7 millones de toneladas de carbón anuales para la industria metalúrgica rebasa el interés local y necesita ser analizado públicamente.
La organización Greenpeace UK celebró el anuncio oficial como una buena noticia, y apuntó en Twitter que la paralización de los trabajos en la mina de Cumbria sería un paso en la dirección correcta, a pesar, dijo, de que todavía falta mucho para que el primer ministro Boris Johnson pueda considerarse a sí mismo un líder de la lucha contra el cambio climático.
El activista de Friends of the Earth (Amigos de la Tierra) Tony Bosworth, dijo que el golpe de timón dado por el Gobierno fue inesperado, pero muy bienvenido.
El líder del opositor Partido Liberal Demócrata, Edward Davey, también recurrió a las redes sociales para expresar su beneplácito con la noticia anunciada anoche por el Ministerio de Viviendas, Comunidades y Autoridades Locales.
Contento de que al fin se haya repensado este proyecto minero, pero seamos honestos, no hay mucho que pensar, solo decir no al carbón mineral, afirmó el político, quien exhortó a invertir en la creación de puestos de trabajo amigables con el medio ambiente.
El Partido Laborista tampoco se quedó atrás, y aprovechó al expresar que el cambio de opinión demuestra que el Gobierno conservador no se toma con seriedad la lucha contra el cambio climático.
Según el legislador Ed Miliband, también ministro de Negocios en el llamado gabinete a la sombra (opositor), lo mejor sería bloquear de una vez el proyecto minero y concentrarse en buscar soluciones reales que garanticen el futuro de la industria metalúrgica británica y contribuyan a crear otro tipo de puestos de trabajo en Cumbria y otros lugares del Reino Unido.
Los detractores de la mina, primera que se abriría en el Reino Unido en 30 años, y que según las autoridades locales atraería 230 millones de dólares en inversiones para una de las zonas más pobres de Inglaterra, consideran que su ejecución pondría en entredicho los compromisos del gobierno de cara a la cumbre sobre el cambio climático de noviembre próximo en Glasgow.
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