Para analistas, diplomáticos y periodistas, este fue el principal logro de la videoconferencia del pasado 7 de diciembre entre ambos mandatarios, la quinta conversación que sostienen desde la toma de posesión de Biden; tres de ellas por teléfono, más la cumbre del 16 de junio en Ginebra, Suiza.
Politólogos consideran que existen diferencias conceptuales, de esencias, de formas de interpretar la realidad y el mundo, que alejan la posibilidad real de una Luna de Miel entre las dos potencias.
Sin embargo, también destacan la importancia de que esta práctica continúe como una herramienta para analizar de manera honesta y rápida los más diversos temas, alejados de las alfombras rojas y de las cámaras, en un momento de grandes desafíos binacionales y globales.
Los comunicados de las partes reseñaron el intercambio con matices que generan diferentes lecturas: Estados Unidos calificó el diálogo de útil, mientras Rusia lo describió como una conversación franca y profesional.
Y según lecturas del lenguaje diplomático que ya lanzaron algunos analistas, al parecer hay más entusiasmo con los resultados de la cumbre por parte de Moscú que de Washington.
En la reunión hubo temas de análisis muy escabrosos, como la denuncia rusa de la expansión hacia el este de las fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de la presencia en Ucrania de sistemas de armamentos que Moscú considera peligrosos para la seguridad de su país.
Rusia pidió garantías jurídicas de que este movimiento de fuerzas del bloque militar hacia el oriente no continúe. Lo habló Putin con Biden, y lo ha estado repitiendo -lo seguirá haciendo- la Cancillería rusa en todas sus intervenciones, porque tal amenaza constituye una prioridad para la nación, una de sus llamadas «líneas rojas».
Frente a la demanda de Moscú, Biden mantuvo su decisión de seguir ayudando a la militarización de Kiev, ante el supuesto peligro de una invasión rusa al territorio ucraniano, una amenaza que ha estado apareciendo en los últimos días, más en la letra de los medios de prensa occidentales que en la realidad.
El representante de Washington también dijo que no puede establecer compromisos sobre la futura membresía de nuevos países a la OTAN, lo que deja abierta la puerta a que países vecinos de Rusia puedan ingresar a esa formación militar. De ahí que la amenaza para la nación euroasiática se mantendrá, de no llegarse a un acuerdo entre las partes.
De no ponerse de acuerdo, el peligro de confrontación bélica penderá como la espada de Damocles sobre las naciones de la región y de toda Europa, como advirtieron las autoridades de Moscú.
En la conversación resultó evidente que los desafíos son grandes, las posibilidades de solucionarlos se muestran difíciles, pero ambos mandatarios coincidieron en el valor del diálogo para enfrentarlos y en la responsabilidad que tienen sus naciones ante la paz mundial.
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