El huracán azotó esa porción del archipiélago de jueves a sábado, pero aún este martes decenas de miles de personas están aisladas en parajes inaccesibles debido a las inundaciones y las carreteras obstruidas por corrimientos de tierra.
Fuerzas militares les llevan agua, alimentos y vituallas por vía aérea o marítima, mientras la policía vigila los centros comerciales para evitar saqueos.
Las islas más asoladas por lo que califica como el peor tifón del año en Filipinas fueron las de Siargao, Bohol, Dinagat y Mindanao, en muchas de cuyas ciudades sigue cortado el suministro de energía eléctrica.
Todavía se dan por desaparecidas medio centenar de personas y en los centros de evacuación están hacinadas unas 400 mil con la casi certeza de no encontrar sus casas en pie cuando regresen a los lugares de origen.
La Cruz Roja y organizaciones no gubernamentales pidieron ayuda internacional para aliviar la situación, calificada por Naciones Unidas de “devastación absoluta”.
Rai fue categorizado como un súper-tifón, equivalente a un huracán Categoría 5 en Occidente. Los pobladores del centro-sur del archipiélago dicen que jamás habían visto algo parecido.
Filipinas sufre cada año los embates de unas 20 tormentas y huracanes, pero a causa del cambio climático la frecuencia e intensidad de estos fenómenos es cada vez mayor. En 2013, el devastador tifón Haiyan mató a unas siete mil 300 personas.
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