La decisión acelerará los esfuerzos de rescate y salvamento y creará condiciones para controlar los precios de los bienes en las áreas afectadas, dijo el mandatario en rueda de prensa.
Entretanto, el portavoz de la Presidencia, Karlo Nograles, informó que ya desde otros países comenzaron a llegar los primeros cargamentos de ayuda material en respuesta a un pedido de la Cruz Roja Nacional, de organizaciones no gubernamentales y del propio Gobierno.
Hace un par de días, Naciones Unidas calificó la situación en Filipinas de “devastación absoluta”.
Categorizado como un súper-tifón y el peor del año en el archipiélago, Rai azotó de jueves a sábado de la semana pasada las islas del centro-sur del país, pero todavía decenas de miles de personas están aisladas debido a las inundaciones y las carreteras obstruidas por corrimientos de tierra.
Fuerzas militares les llevan agua, alimentos y vituallas por vía aérea o marítima, mientras otros efectivos y la policía vigilan los centros comerciales para evitar saqueos.
El Departamento de Bienestar Social y Desarrollo estima en más de un millón 800 mil los damnificados.
Filipinas sufre cada año los embates de unas 20 tormentas y tifones. El más devastador fue el Haiyan, que en 2013 mató a unas siete mil 300 personas.
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