En ese mismo año se celebró la misa inaugural y el primer cabildo y la ceremonia aconteció debajo de una ceiba, ubicada donde, actualmente, señorea una de sus joyas patrimoniales conmemorativas conocidas como El Templete, inaugurada oficialmente el 19 de marzo de 1828.
Casi dos décadas más tarde, la urbe exhibía la población más importante de la Isla, después de Santiago de Cuba, por entonces la capital.
La Habana fue, desde los primeros siglos, el centro neurálgico donde emplazaron sus sedes todos los organismos civiles y eclesiásticos, y el hogar de los gobernadores coloniales.
En el lejano siglo XVII, el entonces capitán general de Cuba, Dávila Orejón, valoró a la ciudad como ‘el más preciado engaste de esta rica presea de la corona española y la más estimable concha de esta occidental margarita’.
Una centuria más tarde ya la capital de la Isla era un gran puerto de Indias y el advenimiento del siglo XIX atestiguó un verdadero aluvión de innovaciones, entre estas, la navegación a vapor, el ferrocarril, el telégrafo, el adoquinado en las calles, el servicio telefónico y el alumbrado eléctrico.
Refiere la historia que el 15 de marzo de 1828 los habitantes de la urbe atestiguaron la culminación del primer monumento de estilo neoclásico en la ciudad, obra promovida por el capitán general, Dionisio Vives y Planes, e inaugurada solemnemente cuatro días después.
Desde ese entonces El Templete por sus valores históricos, arquitectónicos, políticos y simbólicos asumió un papel preponderante dentro de la fisonomía de la Plaza de Armas, construida en 1519 y la más antigua de la capital cubana.
Los visitantes nacionales y foráneos admiran, en ese espacio, lienzos del pintor francés Juan Bautista Vermay, director de la Academia San Alejandro de 1818 a 1833, los cuales muestran la primera misa y el primer cabildo, así como la apertura oficial del monumento.
Tradicionalmente, cada 16 de noviembre, moradores, viajeros y transeúntes dan tres vueltas a la ceiba en sentido contrario a las manecillas del reloj y el árbol, situado a los pies de El templete, escucha los más disimiles anhelos y percibe la fe de quienes esperan materializar sus sueños.
Una ciudad viva
La Habana asombró a viajeros, transeúntes, capitanes generales y a sus pobladores embriagados de fiestas, cultura importada, religión y una lucha constante por descubrir en la diversidad de orígenes las costumbres e idiosincrasia del criollo.
Para el Premio Nacional de Diseño 2017, Carlos Alberto Masvidal—autor de la campaña de conteo regresivo por las celebraciones de los 500 años de la ciudad— ese escenario ancestral es un estado de ánimo, una mezcla rara de gentes, historia, arquitectura y trópico; una ciudad viva.
‘Es más que una postal turística de una plaza, más que admirarla de soslayo, es lo bonito y lo feo, un almendrón antiguo, elegancia, distinción y seriedad. No por verla todos los días es menos bella’, afirmó a Prensa Latina.
El trovador Gerardo Alfonso elogió a la hermosa dama, a la señora de historias de conquistadores y gentes, que cumple ya 502 años; y el cantante Raúl Paz aludió a la pasión, melancolía, tabaco, ron y poesía, características de sus barrios.
El grupo musical Los Zafiros, la inmortalizó en sus letras: ‘Habana hermosa Habana, lindo es tu Prado, lindas son tus calles, bello es tu mar, Habana a ti llega mi canto como el gemir de violines que solo tocan para ti’.
Desde siempre, La Habana resultó el rincón caribeño de obligada visita, la inspiración de poetas, cantautores y artistas de la plástica, el orgullo de quienes cada mañana caminan por sus calles y descubren el encanto de leyendas resguardadas tras los muros de este escenario declarado como Ciudad Maravilla.
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