Así ocurrió con la reciente gira por Asia de los secretarios estadounidenses de Estado y Defensa, Antony Blinken y Lloyd Austin, respectivamente, quienes viajaron a la región para abordar temas sensibles relacionados con China y la República Popular Democrática de Corea (RPDC).
Esta zona del planeta es desde hace mucho tiempo centro de interés y atención de Washington, que intenta recuperar el predominio perdido, obtenido al derrotar al militarismo japonés en la Segunda Guerra Mundial.
El avance impetuoso de la economía y la sociedad china relegaron a un segundo plano a Estados Unidos en la región, y recuperar y mantener ese liderazgo es casi una obsesión de los ocupantes de la Casa Blanca, estiman expertos.
No por gusto la primera cumbre virtual de la actual administración de Joe Biden fue con un pequeño grupo de escogidos aliados de la zona para consolidar una alianza antichina, eufemísticamente llamada Diálogo de Seguridad Cuatrilateral, también conocido como Quad.
Los estadounidenses se valieron, para forjar ese eje, hasta de la más mínima desavenencia, o diferendo territorial, sacando provecho, y presentándose como garantía para las naciones que dicen ser sus aliados.
Cuando aún no se acallaron los ecos de la citada cumbre, los secretarios de Estado y de Defensa estadounidenses emprendieron la gira por esas naciones con una agenda dirigida a demostrar su afinidad con los aliados en las disputas territoriales y a la vez buscan el apoyo de estos en sus diferencias con China.
Tanto Blinken como Lloyd Austin fueron más allá y tocaron temas de la seguridad nacional de China como Taiwán, Hong Kong, el Tíbet, Xinjiang y el mar de China meridional, pese a saber que Beijing nunca permitirá que entren en juego.
Para observadores, esta gira añadió más leña al fuego en la región al agitar el fantasma del peligro nuclear que representa la RPDC, tema presente en los debates con sus homólogos de Japón y Surcorea.
Previamente, Estados Unidos acordó con Corea del Sur el aumento por Seúl de su aporte a los gastos de las tropas estadounidenses acantonadas en el sur de la península, tema escabroso que llevaba más de dos años en discusión.
Desde el pasado 15 de marzo, ambos países reanudaron las maniobras conjuntas, ejercicios rechazados por las autoridades de la RPDC por el peligro real que representan, y con las cuales se cierran las puertas a un posible acercamiento entre las dos partes de la península.
Esta semana, la subjefa de departamento del Comité Central del Partido del Trabajo de Corea, Kim Yo Jong, criticó los juegos de guerra en Surcorea y advirtió a Washington que no ayudan a traer la paz.
‘Los simulacros de guerra y la hostilidad nunca pueden ir acompañados de diálogo y cooperación’, señaló.
Blinken y Austin, primeros titulares de la actual administración norteamericana en visitar Asia, llevaron consigo el hacha de la guerra, en peligrosa actuación que puede acarrear indeseables consecuencias, estimaron analistas.
Más que los tambores de guerra, el mundo necesita ahora estar unido en su lucha contra la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2, causante de la Covid-19, y que afecta a todos por igual.
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