Finalmente, no dimitió su actual presidente, Pablo Casado, quien había lanzado ayer una especie de discurso de despedida con tonos melodramáticos ante el Congreso de Diputados, ni tampoco asumió las riendas de forma interina el candidato inminente a remplazarlo, Alberto Núñez Feijoo.
En la puesta en escena en la sede central del derechista PP en Madrid, en la calle Génova, hubo más de sainete, si cabe la expresión. Porque de un inició en el cual se olía a sangre con manifestaciones radicales de algunos de los llamados “barones” de la organización, se pasó a la conciliación absoluta.
Los mismos actores que al llegar a Génova querían a Casado fuera con efecto inmediato, al cierre de la reunión de casi cinco horas, terminaron en alabanzas a “nuestro líder” y subrayar que se había dado “un encuentro tranquilo y ordenado”.
Al parecer, las ambiciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid (ausente de la reunión), Isabel Díaz Ayuso, de tener un papel más protagónico en el PP, fue el detonante de la crisis. La acusaron de tráfico de influencias, sospechas de corrupción y luego, víctima de espionaje.
Su hermano cobró una comisión de más de 55 mil euros en una operación de compra de mascarillas sanitarias en el momento más crítico de la pandemia. Y si bien no parece señalar ilegalidades, hay un serio problema ético sobre el cual Díaz Ayuso no se pronuncia.
El propio Casado, inicialmente muy vertical en sus emplazamientos, trató de pasar la página, pero la jefa de la gobernación de la capital española no aceptó el ramo de olivo. Entonces, vino el desmoronamiento de la dirección del PP.
Igual, cuando parecía que el dirigente político estaba tendido en la lona, en sus pláticas con los “barones” logró, al menos, una salida más decorosa que irse por la puerta trasera. No dimitió y seguirá en el cargo hasta el congreso extraordinario de la agrupación el 2 y 3 de abril venidero.
De todas formas, el presidente de la Xunta de Galicia, Núñez Feijoo, se proyecta virtualmente como el futuro líder del PP y único candidato al cargo en el cónclave.
La víspera, la secretaria general de Podemos y ministra del Gobierno de izquierdas, Ione Belarra, fustigó sin ambages al PP por sus continuados capítulos de corrupción y recalcó que debería “pedir perdón y devolver hasta el último euro robado a los españoles”.
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