El anuncio se produjo después de una oleada de combates con al menos dos de las organizaciones guerrilleras de minorías étnicas que mantienen una fuerte presencia en sus respectivas áreas a lo largo de las fronteras.
Más de una docena de estos grupos han buscado durante décadas una mayor autonomía del gobierno central, a veces a través de la lucha armada, e incluso en tiempos de paz, las relaciones se han tensado y el alto el fuego es frágil.
Varios de los principales, incluidos los Kachin en el norte, los Karen en el este y el Ejército Arakan de Rakhines en el oeste de Myanmar, han denunciado públicamente el golpe y han dicho que defenderán a los manifestantes en el territorio que controlan.
La junta gobernante decidió no combatir a estas agrupaciones, tras algunas incursiones aéreas en días recientes, medida que se considera estratégica para no tener demasiados frentes abiertos y concentrarse en enfrentar los movimiento de masas que ha realizado protestas diarias.
El movimiento contra el Golpe de Estado del 1 de febrero ha buscado una alianza con los grupos armados de minorías étnicas para aumentar la presión sobre el gobierno militar, pero de momento nada se concretó más allá de sus propios territorios.
Manifestantes pacíficos en las ciudades y pueblos de Myanmar se han enfrentado a policías y soldados armados con armas de guerra, y cada día se suman más muertos.
Según la Asociación de Asistencia para Presos Políticos de Myanmar, al menos 536 manifestantes y transeúntes han muerto desde el golpe, aunque añade que el número real es probablemente mucho mayor.
Igualmente, la entidad tiene documentadas a dos mil 729 personas que han sido detenidas en la represión desde el Golpe, y asegura que para otras 120 se han emitido órdenes de captura.
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