Señaló que las negociaciones se reanudan en medio de una emigración desde la isla, la mayor parte de la cual transita por México, y resaltó que es el primer encuentro bilateral de alto nivel desde que Joe Biden llegó a la Casa Blanca.
Recordó el periódico que el exmandatario demócrata Barack Obama inició un histórico acercamiento e impulsó el deshielo de los vínculos bilaterales al cancelar algunas medidas de asfixia económica a la isla.
Ese avance se vino abajo durante el gobierno de Donald Trump (2017-2021), quien estableció una serie de restricciones no contempladas ni siquiera en el entramado jurídico-institucional que conforma el bloqueo económico conque Washington se empeña en descarrilar la revolución cubana desde hace seis décadas, añadió.
El texto señaló que en las postrimerías de su mandato Trump obligó al cierre de las oficinas de Western Unión en territorio cubano, un duro golpe a las familias que reciben remesas, y, mediante un proceso anómalo, decretó el regreso de Cuba a la lista de naciones “patrocinadoras del terrorismo”, para desconectarla del sistema financiero y económico internacional.
En el contexto de la pandemia de la Covid-19, el estrangulamiento contra la isla cobró un cariz homicida al obstaculizar la importación de los insumos necesarios para tratar a la población infectada, e impedir la producción y aplicación de las vacunas desarrolladas por la propia Cuba, precisó el rotativo.
Denunció que en su campaña electoral, Biden prometió restablecer la tímida normalización avanzada por el Gobierno de Obama, del que fue vicepresidente, pero hasta ahora no ha dado un solo paso en esa dirección.
Cabe hacer votos, añadió La Jornada, porque el diálogo abierto ayer sea el inicio de conversaciones más amplias, en las cuales la administración demócrata cumpla su palabra y tome las disposiciones necesarias para desmantelar tanto las medidas agresivas del exmandatario republicano como el bloqueo.
Esa política resulta infame, inhumana, violatoria del derecho internacional, y ha sido condenada de manera reiterada por una abrumadora mayoría de los miembros de Naciones Unidas, y no tiene otra razón de ser que el impresentable empeño de Washington en dictarle al resto del mundo cómo ha de conducir sus asuntos internos, opinó el diario.
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