Por Zeus Naya
Periodista de la Redacción Ciencia de Prensa Latina
Dependen de los residuos que procesan, ahora a fuerza de práctica (cuestión de beneficio de por medio) enfocados en aparatos eléctricos y electrónicos provenientes de computadoras, teléfonos móviles, refrigeradores u otros.
Al interior de diferentes países de Latinoamérica y el Caribe -viven en Bolivia, Panamá y Colombia, respectivamente-, la quema de cables para el rescate de cobre aparece entre las prácticas más comunes y de alta exposición, con un marcado impacto en la salud.
En sus casos puntuales y también de familiares cercanos, la basura electrónica contiene diversos aditivos tóxicos o sustancias peligrosas, que -advierten especialistas en el tema- ingresan al cuerpo por la inhalación, ingestión y absorción de la piel.
A juicio de la doctora boliviana Banny Zelada, esa exposición constituye “una enfermedad silenciosa” y “los efectos pueden ser perjudiciales de por vida, debido a que el cuerpo de los infantes absorbe más y excreta menos que el de los adultos”.
AMÉRICA LATINA ANTE EL FENÓMENO
América Latina genera diariamente al menos 430 mil toneladas, lo cual es similar a que cada habitante de la región produce en promedio entre uno y 14 kilogramos (2.2 y 31 libras) de basura, describieron estadísticas del Banco Mundial.
Del total, solo recupera un cinco por ciento y el 80 de esta cantidad lo hacen los recicladores; el resto, un 95 por ciento, acaba en rellenos sanitarios, vertederos o en el mar, expuso por otra parte un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Alrededor de cuatro millones de personas viven de la recolección y transformación de materiales y un millón y medio lo hace informalmente, muchas desconocidas, agregó el texto.
Colombia acogió en marzo de 2018 una cumbre regional sobre reciclaje, en la cual los participantes coincidieron en la necesidad de lograr que los implicados en el oficio cambien sus condiciones de informalidad e inseguridad.
“Lo primero es visibilizar al reciclador como un actor central de la gestión de residuos sólidos en América Latina y dar a conocer que hay casos donde su inclusión dio buenos resultados y que pueden ser parte de la solución”, declaró Germán Sturzenegger, especialista del BID.
El ejecutivo destacó la importancia de seguir identificando políticas públicas y del sector privado para generar esquemas de integración.
Analistas, sin embargo, indagaron sobre la implementación de estrategias más amplias, encaminadas a los infantes involucrados con el reciclaje informal, quienes trabajan en condiciones insalubres y con materiales peligrosos para la salud.
“A mucha gente, especialmente la de mayor nivel económico, lo único que le importa es que pase el camión y se lleve su bolsa de basura”, lamentó el exministro de Medio Ambiente de Chile, Pedro Badenier.
CREAR CONCIENCIA DEL RIESGO
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) impulsa una iniciativa en aras de elevar la conciencia sobre los daños del reciclaje de residuos electrónicos -que calificó como un veneno-, tanto mayor cuando prevalecen los métodos precarios en las labores.
A partir de iniciativas pilotos, la entidad evidencia que la capacitación, la colaboración intersectorial, la comprensión de los distintos grados de vulnerabilidad y las medidas preventivas inciden positivamente en la disminución del problema.
Las propuestas de la OPS implican, entre otros, al sector sanitario, sobre todo en el nivel de atención primaria; así como incluyen la identificación de riesgos locales, generación de oportunidades, extensión de los modelos de gestión inclusivos, acciones multidisciplinarias y/o alternativas seguras.
Datos de las Naciones Unidas indican que los volúmenes de desechos continuarán en aumento durante los próximos años, lo cual significa que más personas quedarán relacionadas con la triste realidad del reciclaje informal, directa o indirectamente.
Expertos reclaman una transformación urgente en tal sentido, piden a los gobiernos unidad, transparencia, aprobación o seguimiento a las leyes de manejo de residuos sólidos, una recolección diferenciada.
Solo así, aseguran, los pequeños Hugo, Jayden y Sebastián (que representan a alrededor de 18 millones en el orbe) disfrutarán de su niñez, saldrán temprano cada mañana mochila al hombro, sin correr riegos… a su escuela.
arb/znc