Varios diputados presentaron la iniciativa para declarar «hija emeritísima de El Salvador» a Arrué, quien la víspera coronó los ocho mil 848 metros de la montaña más alta del mundo, tras quedarse el pasado año a solo 800 metros.
El Instituto Nacional de Deportes de El Salvador (Indes) calificó la proeza como «la página más grande y gloriosa del montañismo nacional», y la sociedad aplaudió de forma casi unánime a la heroína local, como ejemplo de constancia y superación.
En diálogo con Prensa Latina previo a emprender la travesía, Arrué confirmó la buena vibra que sentía para esta oportunidad, y su satisfacción por la fortaleza mostrada por su cuerpo incluso en la llamada «zona de la muerte», de gran presión.
Nacida el 22 de abril de 1976, Arrué se licenció en ciencias jurídicas en la legendaria Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (la UCA), tuvo tres hijos, y se consagró al montañismo como una suerte de terapia para lidiar con un divorcio traumático.
Tras escalar montañas emocionales y geográficas, vencer el reto de escalar el Everest, un sueño que le costó la vida a más de 300 montañistas, se volvió una prioridad para Arrué, tras subir cumbres como el Cerro Aconcagua, el Volcán Chimborazo y el Nevado Pisco, entre otros.
El pasado año casi logra su objetivo, pero las duras condiciones climáticas amenazaron su vida y tuvo que regresar desde el Campo IV, antesala del ataque final a la cima.
car/cmv