Por cuarta vez, Orlando Magics se hizo con el derecho a elegir de primero entre los principales prospectos universitarios, un privilegio que le permitió hacerse de Shaquille O’Neal en 1992, Chris Webber en 1993 y Dwight Howard en 2004.
Webber, que venía de revolucionar el básket colegial con los “Fab Five” de Michigan, fue traspasado la misma noche del sorteo a los Golden State Warriors a cambio de Anfernee “Penny” Hardaway, quien integró junto a Shaq una épica dupla.
A diferencia de años anteriores, esta vez no hay consenso sobre quién será el número uno, pues hay varios candidatos que podrían interesar a los Magics, urgidos principalmente de más presencia en la pintura e interiores sólidos.
Quizás quien más suene sea Chet Holmgren, un poste demasiado delgado para sus 2,13 metros de estatura, aunque con muchas habilidades, capacidad reboteadora y visión para el pase, más un certero tiro exterior, requisito indispensable en la NBA de hoy día.
Otros nombres son el italoamericano Paolo Banchero, alero de 2,08 metros que sabe manejarse lo mismo de espaldas que de frente al aro, y Jabari Smith Jr., al parecer una apuesta más segura por su prestancia física, solidez defensiva y recursos al ataque.
Sea quien sea el elegido, deberá tener claro que el problema no es llegar a la NBA, la cuestión es mantenerse: no todos los que hacen el grado triunfan o duran en una liga tan exigente, que cada vez se nutre más de talento extranjero y que no está exenta de fiascos.
Su historia es rica en jugadores que nunca cumplieron con las expectativas, pero también de directivos que tomaron pésimas decisiones: aún se habla del “draft” de 1984, cuando Portland Trail Blazers prefirió a Sam Bowie por delante de Michael Jordan.
Ojalá la próxima clase sea como la promoción de 1996, tan talentosa que Kobe Bryant no fue seleccionado hasta el puesto 13, o como la de 2003, cuando irrumpieron LeBron James, Dwyane Wade, Carmelo Anthony y Chris Bosch. El tiempo y la cancha lo dirán.
(Tomado de Orbe)