La doctora Ida Inés Pedroso, del Instituto de Geofísica y Astronomía, señaló la pérdida de superficie terrestre debido al aumento del nivel del mar como uno de los daños más serios ocasionados al país y al resto de la región caribeña por la negativa impronta de esas irregularidades del clima.
Igualmente aludió a la notable reducción de los recursos hídricos y de los rendimientos agrícolas, la vulnerabilidad de los asentamientos humanos, las enfermedades infecciosas respiratorias agudas y otras reemergentes como parte de esa desfavorable lista de perjuicios.
La geografía cubana y de las naciones caribeñas, fundamentalmente las insulares, son también afectadas por el aumento de las temperaturas, las oscilaciones térmicas diarias, mayor aridez, eventos meteorológicos extremos e incendios rurales, apuntó la científica.
Los organismos involucrados en estas investigaciones sostienen estudios de peligros, vulnerabilidades y riesgos encaminados a la mayor prevención posible, con la Tarea Vida, como estrategia del estado ante el cambio climático en la prioridad de ese enfrentamiento, añadió.
De acuerdo con Pedroso, otras incidencias nefastas son las inundaciones, los deslizamientos de tierra, los fuertes vientos, los peligros fitosanitarios, la vulnerabilidad de la seguridad alimentaria y los golpes naturales a las zonas costeras con sus secuelas para el turismo y la producción agrícola.
Una de las fortalezas mencionadas por la especialista fue la creación de un centro regional de formación de capacidades que, en colaboración con Noruega, posibilitó impartir cursos para una mejor preparación de los recursos humanos en Cuba y el Caribe ante estas contingencias.
Por su parte, Argelio Fernández , del Instituto de Recursos Hidráulicos, afirmó que la infraestructura hidráulica desarrollada en Cuba desde la década de los 60 del pasado siglo favoreció una garantía mayor para paliar los riesgos derivados del cambio climático.
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