La adaptación les permitió hacer coincidir el nacimiento de las nuevas camadas con las temperaturas más frescas de principios de invierno, precisó un artículo en la revista estadunidense ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’.
Sin embargo, señalaron los autores, como resultado de este cambio significativo menos cachorros sobrevivieron a su periodo más vulnerable.
Las temperaturas durante su crítica «etapa de madriguera», posterior al nacimiento, aumentaron durante el mismo margen de tiempo, una verdadera amenaza a la población de esta especie ya en peligro, abundaron.
El nuevo estudio refirió que los perros salvajes africanos, emparentados con los lobos y que crían en manadas de forma cooperativa, pueden estar atrapados en una «trampa fenológica».
Se trata de una desafortunada situación de «salir de la sartén para caer en el fuego», ilustró Briana Abrahms, profesora adjunta de biología de la Universidad de Washington e investigadora del Centro de Centinelas del Ecosistema.
El equipo, dirigido por esa casa de altos estudios de Estados Unidos, y en colaboración con la ONG local Botswana Predator Conservation, evaluó los datos demográficos de esa especie (Lycaon pictus) desde 1989 hasta 2020 y las observaciones de campo.
Comprobó que las temperaturas máximas medias diarias subieron unos 1,6 grados Celsius durante todo el periodo de análisis, mientras las máximas anuales crecieron 3,8 grados Celsius.
El norte de Botsuana constituye el mayor hábitat continuo de los perros salvajes africanos, de los cuales solo quedan unos mil 400 adultos maduros en libertad, según cálculos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Tesis anteriores demostraron que el calentamiento a largo plazo puede desencadenar cambios fenológicos, o en el calendario de los principales acontecimientos vitales, en las especies productoras primarias, como las plantas, y en los consumidores primarios de estas, entre ellos aves e insectos.
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