En estos más de 180 días, y en medio de posiciones encontradas sobre cuándo se lanzará el último disparo para iniciar el retorno a la normalidad o la victoria definitiva de un Ejército sobre el otro, varios son los escenarios donde las víctimas civiles y los daños a la infraestructura social aumentan por día.
Tras las primeras semanas de enfrentamiento algunos analistas se atrevieron a decir que las acciones se extenderían hasta finales de mayo, opiniones que la realidad cambió poco después y hubo quien se aventuró a predecir el final para el casi concluido mes de agosto.
La operación militar iniciada por Moscú el 24 de febrero en Ucrania pasó en estos seis meses por varias fases, entre ellas la toma bajo el control de las tropas rusas de los territorios de la autoproclamada república popular de Lugansk, además de regiones como Zaporozhie y Jersón, las cuales apuestan por celebrar referendos para adherirse a Rusia.
Por una parte, las autoridades del Kremlin aseguran que no concluirán el operativo hasta cumplir con el objetivo de “desmilitarizar” y “desnazificar” el vecino país, y por la otra el presidente Vladimir Zelensky todos los días condiciona las negociaciones de paz poniendo cualquier argumento.
Sin embargo, es de destacar que el apoyo de Occidente a Kiev disminuyó sobre todo desde la Unión Europea, pues en todo el mes de julio, al menos los seis países más grandes del bloque (Reino Unido, Alemania, Francia, España, Italia y Polonia), no ofrecieron a Ucrania ningún nuevo envío de armas.
No obstante, no se puede perder de vista que el Gobierno de Estados Unidos, como buen director de escena, sigue aupando el conflicto y prácticamente cada quince días anuncia un nuevo paquete de ayuda militar para Kiev, los cuales ascienden a sumas millonarias.
Asimismo, es de resaltar que en este sexto mes los bombardeos del Ejército ucraniano contra la central nuclear de Zaporozhie están en el centro de la preocupación internacional.
Las tropas ucranianas atacan sin cesar la zona poniendo en peligro la instalación atómica más grande Europa, lo que pudiera desencadenar en una catástrofe con riesgos para varios países de la región.
Es evidente que estas situaciones hacen que la mayoría del mundo, incluidos algunos políticos, crucen los dedos abogando por el fin del conflicto, aunque otros, sobre todo los vinculados con Washington, aboguen porque Kiev no negocie con Moscú.
A todas luces las intenciones de la Casa Blanca y sus aliados con la dilatación de los enfrentamientos tienen como intención debilitar a la nación euroasiática militarmente y provocarle el mayor daño posible a su economía.
De cualquier manera, por ahora solo está la certeza de que las hostilidades llegaron al medio año, sin posibilidad de predecir cuándo llegará a su fin, tal como ha pasado en la mayoría de los conflictos bélicos de la historia. mem/odf