Julio Morejón Tartabull*
A la entrada de 21 mil de ellos en la institución castrense deberá continuar un proceso de adecuación en la estructura militar de esos efectivos, en la cual los antiguos rivales de la guerra (2013-2018) compartirán principios y objetivos, una tarea necesariamente ardua.
Lo más reciente al respecto es que el 6 de septiembre el presidente abordó con el ministro de Construcción de la Paz, Stephen Par Kuol, aspectos de la segunda fase del plan de incorporación.
Sin duda alguna la unificación recién iniciada formalmente es un avance trascendental para mantener la paz sursudanesa, lo cual no sólo contrempla el desarme y concentración de los antiguos insurgentes, sino que les tendrá que ofrecer oportunidades para su reinserción social.
Desde un principio, el plan para formar un Ejército único atravesó por dificultades como la falta de acompañamiento financiero e incomprensiones entre anfitriones y recién llegados, más allá de contradicciones “psicológicas”.
En varias oportunidades en 2021 medios de prensa informaron sobre ataques a campamentos de tropas, establecidos con el objetivo de acantonar a los ex guerrilleros como lo dispone el acuerdo de paz.
Según el sitio digital Sudan Post, esos asedios ocurrieron en abril pasado en los estados de Unity y Uper Nile (Unidad y Alto Nilo), y fueron contra áreas de concentración de antiguos rebeldes previo a su incorporación al Ejército nacional.
Fuentes acogidas al anonimato relacionaron esos hechos contra el Movimiento Popular de Liberación de Sudán en la Oposición (SPLM-IO) con figuras cercanas al presidente, Salva Kiir Mayardit, dispuestas a desviar el proceso de paz.
Sin embargo, el ex viceministro del Interior Mabior Garang De Mabior, afirmó que con sus denuncias al respecto el jefe del SPLM-IO, Reik Machar Teny, pretendía forzar al inicio de un nuevo período de transición en Sudán del Sur.
La existencia de un solo Ejército es un asunto de suprema importancia por corresponder a la seguridad, afectada también por recientes enfrentamientos entre comunidades en varias regiones del más joven Estado africano, nació en julio de 2011.
LA POSGUERRA
Un resumen de la trayectoria de Sudán del Sur explica que las fuerzas enfrentadas en la última contienda fueron antes aliadas en la guerra hasta 2005 contra el gobierno establecido en Jartum, la capital de Sudán.
Ese año la administración del presidente Omar Hassan al Bashir y la guerrilla del SPLM, comandada por John Garang de Mabior, firmaron un acuerdo integral de paz que tras un referendo separó a la zona sureña, la cual pasó a ser un nuevo país africano.
Pero al júbilo por el distanciamiento de la composición sudanesa le sucedió la emergencia de fricciones internas–territoriales y étnicas- y otras expresiones de la lucha por el poder político, cuya peor muestra fue cinco años más de guerra.
En diciembre de 2013, Salva Kiir, el sucesor de Jonh Garang -muerto en un accidente aéreo tras ser designado vicepresidente de Sudán- acusó a Reik Machar de intentar derrocarlo con un golpe de Estado articulado con efectivos de la Guardia Presidencial.
Tales alegaciones allanaron el camino al conflicto armado que atormentó al país, convertido en escenario de sangrientas acciones que totalizaron 300 mil muertos, millares de heridos y dos millones y medio de desplazados.
En 2018 los principales rivales pactaron la paz y uno de los aspectos planteados para avanzar en la distensión fue la unificación de los ex rivales en una sola fuerza armada.
Cuatro años después de finalizada la guerra ese asunto comienza a tomar un perfil definido, aunque todavía no es definitivo, pues se trata del comienzo de un evento tendiente a la reconciliación, cuando la vida demuestra la necesidad de transponer las buenas intenciones.
Adentrarse en el asunto significa juzgar si el acercamiento ocurre en las mejores condiciones, si no quedarán resquicios y rencores por excesos cometidos durante la contienda bélica y si perdonar se hará norma.
PASO CRUCIAL
Se prevé que el Ejército quede integrado por 80 mil miembros: 30 mil procedentes del gobierno del SPLM, 20 mil del SPLM-IO (del actual primer vicepresidente Machar) y 30 mil excombatientes de otras facciones armadas opositoras.
No obstante, “hacer la tarea” puede resultar una gestión difícil por diversos inconvenientes en esta etapa inicial, debido en lo fundamental a operaciones que requieren un respaldo logístico.
El pasado año el enviado especial de Naciones Unidas Nicholas Haysom reconoció que “las tropas siguen sufriendo en sus lugares de acantonamiento y entrenamiento, sin cobijo, atención sanitaria y alimentos adecuados”.
Ante el Consejo de Seguridad de la ONU, el diplomático añadió: “Es importante que las condiciones previas de un mando coherente y una estructura de control sean finalizadas (…)».
Al celebrarse en agosto en Juba, la capital sursudanesa, la primera ceremonia de inclusión, casi 22 mil miembros de cuerpos de seguridad, desde el servicio de prisiones hasta la Defensa Civil, pasaron a integrar las nuevas Fuerzas Armadas, divulgó la emisora Eye Radio.
En el acto, Haysom consideró que: «Unas fuerzas de defensa unificadas son una de las expresiones más visibles y significativas de la unidad nacional, en especial en sociedades que emergen de un conflicto”.
Además, calificó a la inclusión de “un paso inicial en un proceso complejo pero esencial de construir un Ejército nacional”.
Pasado un mes de aquel acontecimiento resta aún por ver madurez en la reconciliación y su extensión más allá del sector castrense, pero de todas formas la suerte está echada en Sudán del Sur y si se observa con optimismo, no deberá haber marcha atrás.
rmh/to/mt
*Periodista de la redacción Internacional de Prensa Latina.
