El año 2020 registró un récord de temperatura máxima de 39,7 grados Celsius en la oriental provincia de Granma, destacó en el programa radiotelevisivo Mesa Redonda Celso Pasos, director del Instituto cubano de Meteorología.
En un análisis sobre el impacto del cambio climático en la isla, el especialista señaló que aunque los eventos de sequía disminuyeron en los últimos años, en el siglo XXI se registran tres de los más severos, 2003-2005; entre 2009-2010 y el más reciente en 2014-2015.
A esto se suma un incremento en la actividad ciclónica en el Atlántico y el Caribe en 2020, con récords de formación de organismos tropicales al contabilizarse 30 eventos en el periodo de junio a noviembre, mientras, aumentó además el promedio de fenómenos tropicales, de 12 a 14 en los últimos años.
Consideró Pasos en este aspecto aclarar que si la formación de huracanes no siempre es atribuido al cambio climático, las investigaciones coinciden en que su intensificación está asociada al calentamiento de las aguas.
En otro momento, el especialista explicó que los escenarios en Cuba y el Caribe demuestran que el clima en la región cada vez será más cálido y seco, la temperatura del aire estará como promedio por encima de un grado y puede llegar hasta 3,5 grados Celsius para 2070.
Los estudios sobre la elevación del nivel del mar comprueban que para 2050 aumentará en 29 centímetros y en 95 para fin de siglo.
A su turno, el asesor para cambio climático del ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente Orlando Rey, destacó los avances del país para enfrentar la problemática medioambiental.
Si mostramos los resultados de los estudios de aumento de temperatura, elevación del nivel del mar entre otros, el plan gubernamental de enfrentamiento al cambio climático es la respuesta. Ejemplificó que todos los asentamientos costeros presentan planes de reordenamiento para responder a esta situación climática.
Al referirse al trabajo de Cuba en la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático explicó que el país actualizó su aporte al Acuerdo de París (2015), la llamada contribución nacional determinada, en la que se presentaron metas más ambiciosas de mitigación y adaptación.
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