Forbes sostuvo que esos planes deben tener la capacidad de adaptarse a las complejidades de los peligros existentes en la región, además de los naturales.
Citó el ejemplo de San Vicente y las Granadinas, que en los últimos dos años se enfrentó de manera simultánea a distintos desafíos: una erupción volcánica, la pandemia de la Covid-19, brotes de dengue y la temporada ciclónica.
La necesidad de contar con herramientas de aviso abarcadoras en cuanto a pluralidad de riesgos es compartida por Peter Williams, oficial técnico de la Agencia de Salud Pública del Caribe, quien también consideró esencial fortalecer aún más la inclusión de contingencias biológicas.
Para el experto, cuando esas amenazas se detectan a tiempo pueden contenerse o disminuir, lo cual garantiza que menos personas sean afectadas por su impacto.
Ambos coincidieron en destacar el avance en la implementación en el Caribe de sistemas de alerta temprana con un enfoque múltiple, teniendo en cuenta el extenso historial de eventos meteorológicos y epidemias vividas en el área.
Sostuvieron que las experiencias de los últimos años fortalecieron de manera inevitable la planificación y la coordinación dirigida a enfrentar sucesos de diferente origen y magnitud, y reducir los daños.
Raúl Salazar, jefe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres – Oficina Regional para las Américas y el Caribe, consideró que las inversiones en herramientas de aviso ágil son muy necesarias.
Por ello, instó a brindar asistencia y apoyar a los países menos desarrollados y los pequeños estados insulares en la organización de sus planes nacionales.
Sobre este tema, Kerry Hinds, directora del Departamento de Manejo de Emergencias de Barbados, puntualizó que en su nación predomina la cooperación entre las agencias carentes de todos los recursos.
“Es un proceso colaborativo multiestatal, que es uno de los pilares fundamentales del sistema de gestión del riesgo de desastres”, abundó.
La Organización Meteorológica Mundial insiste en que el cambio climático influirá – y de hecho ya lo hace- en la formación cada vez más frecuente de ciclones tropicales de grandes proporciones en todo el mundo y en el incremento de las precipitaciones asociadas a estos eventos.
Mientras tanto, el aumento del nivel del mar y el desarrollo costero también empeoran el impacto de las inundaciones costeras.
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