Marcelo Colussi, colaborador de Prensa Latina
El primer Estado obrero y campesino de la historia, proviniendo de una nación semifeudal manejada por una monarquía hereditaria despótica con casi nulo desarrollo industrial que mantenía a las grandes masas en una situación paupérrima, en pocos años obtuvo avances extraordinarios.
Así, entre las cosas más significativas, pueden mencionarse:
• Salario mínimo y digno para toda la clase trabajadora
• Descanso semanal remunerado
• Vacaciones pagas
• Licencia por maternidad
• Transporte público de alta calidad subvencionado (el Metro de Moscú se considera una gran obra de arte)
• Calefacción hogareña subvencionada
• Vivienda digna asegurada para toda la población
• Electrificación de todo el país y un enorme parque industrial
• Granjas agrícolo- ganaderas comunitarias de muy alta productividad
• Educación gratuita, laica y obligatoria para toda la población
• Alfabetización del 100 por ciento de sus habitantes
• Universidades e institutos de investigación del más alto prestigio a nivel mundial
• Salud de alta calidad gratuita para toda la población
• Completa erradicación de la desnutrición
• Plena igualdad de derechos para hombres y mujeres
• Voto femenino
• Derecho de aborto (primer país del mundo en tenerlo)
• Divorcio legalizado
• Derogación de la normativa zarista que prohibía la homosexualidad
• Avances científico-técnicos portentosos (primer satélite artificial de la historia, primer ser humano en el espacio, desarrollo de la energía nuclear civil, tecnologías metalúrgicas de avanzada, grandes logros en biotecnología, caucho sintético, telefonía móvil)
• Poder popular real a través del desarrollo de democracia directa con implementación de los soviets (consejos obrero-campesinos y de soldados)
• Fabuloso fomento del arte y la cultura (cine, teatro, música, literatura, ballet, arquitectura)
• Derrota de la invasión nazi durante la Segunda Guerra Mundial (avanzada militar azuzada por las potencias capitalistas de la época para destruir la Revolución)
Todo eso se logró sin conquistar ningún otro país del Tercer Mundo, sin robar recursos como han hecho, y siguen haciendo, las potencias capitalistas; no se hizo solo a base de vender petróleo ni gas ni apelando a créditos de los infames organismos financieros capitalistas: FMI y Banco Mundial. Se logró solo con el trabajo fecundo de rusas y rusos. En absoluto fueron necesarios esos engendros modernos- armas de control social, finalmente- como son las llamadas ONG’s, que inundan los países pobres poniendo remiendos- totalmente precarios, por cierto- allí donde deberían actuar los Estados nacionales.
Entonces, ¿fracasó el socialismo? ¿Por qué se nos quiere hacer creer eso? Es cierto que ese proyecto que representó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas cayó sin pena ni gloria siete décadas después de haber comenzado, sin ninguna movilización popular que intentara frenar la caída. Hacer un análisis pormenorizado de ese proceso es algo que excede con mucho las posibilidades de este simple opúsculo (y, seguramente, las capacidades de su autor). Pero puede indicarse algo: construir el socialismo en solitario, en un solo país rodeado de infernales ataques del entorno capitalista, es imposible.
Si vemos lo que está sucediendo ahora con la Federación Rusa, heredera directa de la Unión Soviética, puede ampliarse la pregunta: ¿eso es lo que construyó el socialismo? Los actuales empresarios rusos, en general ex miembros de la Nomenklatura del otrora Partido Comunista, son tan capitalistas como los empresarios occidentales o japoneses, ávidos de riqueza, de poder. Y los aires políticos que soplan en la actualidad, con retorno del pensamiento religioso en la constitución de la república y homofobia a la orden del día más aspiraciones imperialistas, permiten ver la construcción de una nueva potencia en disputa por la hegemonía global, en algún sentido no diametralmente opuesta a las potencias capitalistas que hoy la enfrentan.
La crítica capitalista muestra ese cambio y la desintegración del primer Estado obrero-campesino como la evidencia de la inviabilidad del socialismo. De ahí el grito jubiloso cuando la caída del Muro de Berlín de “¡fin de la historia!”, queriendo evidenciar que no puede haber nada más allá del sistema capitalista. Pero ¿por qué no? Con todas las dificultades del caso, acosada, golpeada, invadida, la Unión Soviética logró metas espectaculares.
Es absolutamente cierto que luego de un primer momento de enormes esperanzas al inicio de la revolución (incluso Freud, que no era marxista, pero era muy inteligente, la miró con buenos ojos, porque según su criterio de un entorno social nuevo podría salir un sujeto nuevo, menos problemático que el que conocemos hoy), luego de ese momento inaugural, se instaló una burocracia que tomó el lugar de una nueva clase social. ¡Eso no es socialismo!, se puede gritar desde una posición de izquierda crítica. Sin dudas, hay mucha tela para cortar allí. Por supuesto que esas deformaciones burocráticas son deleznables. Ahora bien: ¿es posible esperar la construcción de un paraíso con la revolución socialista? La experiencia muestra en forma contundente que el Hombre Nuevo que pedía el Che Guevara quizá sea posible, pero luego de muchas- quizá muchísimas- generaciones criadas en la nueva ética socialista. La revolución no resuelve mágicamente cargas ideológico- culturales milenarias. ¿Cómo habría de hacerlo?
Si el socialismo fracasó –según relata la narrativa capitalista– ¿dónde está el triunfo del capitalismo? Que toda la población coma, tenga salud y educación viviendo con dignidad es un éxito fenomenal. Los pocos países socialistas que existieron o existen, lo logran, aunque no tengan malls abarrotados de mercaderías. Con todas sus dificultades, el socialismo sigue siendo una esperanza.
rmh/mc
(Tomado de Firmas Selectas)