Por Julio Morejón Tartabull
Redacción África y Medio Oriente
Aunque esos grupos terroristas son menos activos que en otras regiones de África, persiste la preocupación por la seguridad de la población civil y su tranquilidad.
En septiembre último, varios individuos realizaron el primer ataque contra un puesto aduanero ubicado en la nororiental ciudad beninesa de Malanville, la más cercana al territorio de Níger, y mataron a dos personas.
Un ciudadano nigerino, Mamane Sani Harouna, afirmó que “los terroristas están en la frontera de los dos países y si son sitiados en Benin, se replegarán a Níger”, lo cual dificulta la persecución por las fuerzas de seguridad.
Tal posibilidad de evasión es a la vez una situación ventajosa para las infiltraciones en Benin, país significativamente estable de la cuenca del extenso río Níger, en comparación con otros Estados de la subregión.
Sus vecinos en la semidesértica franja del Sahel sufren el asedio frecuente de cuadrillas armadas de distorsionada confesión islámica que desde 2013 incrementaron su activismo.
El más reciente ataque de esas formaciones fundamentalistas ocurrió a mediados de octubre en la ciudad de Matéri, cerca de la frontera con Burkina Faso, donde las tropas de Benin aniquilaron a ocho asaltantes.
Según el diario Fraternité, las fuerzas de seguridad rechazaron la agresión desatada tras la explosión de una bomba que portaba uno de los extremistas, y los agentes incautaron municiones, armas y material para comunicaciones.
En la frontera Níger-Benin hay muchas zonas boscosas que pueden servir de refugio a los terroristas, lo que desafía la estabilidad, acotó a la prensa Assimou Abarchi, prefecto de Gaya, región de Dosso, limítrofe también con Nigeria.
PELIGRO TANGIBLE
Para Abarchi, la amenaza terrorista es “muy real”; en los meses precedentes hubo varios atentados en el norte beninés, incluido uno en febrero en un parque nacional cerca de los límites con Burkina Faso y Níger, que causó nueve muertos.
“Un informe oficial publicado en junio de 2021 afirmó que el norte de Benin presenta varias de las condiciones que permiten a los grupos terroristas extender su avance inexorable en los países del Sahel, con la mirada puesta (en marchar) hacia el golfo de Guinea”, precisó notimerica.com.
Así se identificó claramente uno de los objetivos estratégicos de las oleadas extremistas: llegar al golfo y posesionarse en esa zona de tránsito comercial e importante ruta para el tráfico petrolero.
Establecerse allí fortalecería a los grupos de la Yihad (guerra santa islámica) en el interior del Sahel, con aprovisionamiento logístico de todo tipo.
Precisamente en la citada localidad nigerina de Gaya cobra forma el oleoducto más grande de África, con dos mil kilómetros de longitud y “destinado a unir los pozos petrolíferos del yacimiento de Agadem en el extremo oriental, escenario de mortíferas incursiones terroristas, con el puerto de Seme en Benin”, amplía elfinancierocr.com.
El hecho es que un acantonamiento de radicales en el golfo de Guinea haría peligrar la seguridad en la dirección sur de Europa e incluso debilitar el rol de esta en la lucha contra el terrorismo convocada por su socio, Estados Unidos.
Asimismo, ese supuesto intento de los extremistas de tener en alguna forma acceso al área, podría ser empleada como argumento de Washington para incrementar su presencia en África, disfrazado de defensor de los valores occidentales.
Estudiosos como Alfredo Jalife-Rahme, en la redacción de La Jornada (México), o el editor belga Michel Collon, plantean abandonar la ingenuidad para referirse a la Yihad como proceso independiente centrado absolutamente en el acápite confesional.
Más directo señala la autora francesa Julie Lévesque: “Es cierto que Boko Haram ocasiona muchas víctimas, pero el objetivo de la intervención occidental en África no es ir en ayuda de esas víctimas”.
LO POSIBLE
En su investidura en 2021, el presidente nigerino, Mohamed Bazoum, llamó a los países del Sahel a intensificar los esfuerzos en la lucha contra el terrorismo; en esa ceremonia de asunción estaban los mandatarios de Togo, Chad, Senegal, Mali, Gambia, Mauritania, Burkina Faso y Costa de Marfil.
Por su parte las autoridades de Benin retiraron a 250 soldados de la Misión de la ONU en Mali (Minusma) para priorizar la seguridad interna ante la amenaza del fundamentalismo de distorsionado cariz islámico en el norte del país.
Benin y Níger enfrentan la conspiración, al igual que lo hacen otros Estados incluidos en la “ruta del golfo de Guinea”, y tratan de resguardar los componentes de su integridad territorial y soberanía presuntamente amenazadas.
Enfocar el análisis en el caso fronterizo Benin-Níger no lo excluye del alcance global, el escenario mayor donde hay respuestas más abarcadoras y ajustadas a los tiempos que corren, en los cuales es esencial la competencia por los recursos de África.
De hecho, el reforzamiento fronterizo entre Benin y Níger es un imperativo puntual que trasciende a todos los países sahelianos con problemas comunes de seguridad y contra la violencia.
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