‘Abú Bakr Al Baghdadi está muerto’, dijo Trump y dió por hecho la derrota del Daesh en una operación ejecutada por entre 50 y 70 efectivos de la Fuerza Delta y los Rangers de Estados Unidos contra un complejo residencial en la localidad de Barisha, a menos de cinco kilómetros de la frontera con Turquía.
Las más diversas fuentes indican hasta la fecha, que dicho poblado, de apenas dos mil habitantes y en medio de las montañas de Ala, es parte de la provincia de Idlib, último ‘bastión’ organizado de los grupos extremistas en territorio sirio.
Baghdadi, de 48 años, fue arrestado por las fuerzas estadounidenses de ocupación en Iraq en 2004 y detenido en la prisión de Abu Ghraib, liberado seis meses después y cabecilla del Daesh desde 2010 en circunstancias nunca esclarecidas y sin cargo alguno.
Nadie y en particular el propio Trump, explicó cómo dicho ‘líder’ estaba en Idlib, cuyos casi dos tercios de extensión, están controlados por la Junta para la Salvación del Levante, otrora Frente Al Nusra, entre otras.
A partir de esa fecha y sobre la base de una insistente desinformación en los medios de comunicación occidentales y de algunos en el Oriente Medio, el Daesh reorganizó sus fuerzas y como por ‘arte de magia’ reapareció en el vasto desierto de Al Badiya (Siria) para atacar al Ejército sirio.
Los detalles extraídos desde las redes sociales, con testimonios de fuentes confirmadas pero cuya identificación por cuestiones de seguridad, apenas son públicas, indican que no menos de 400 efectivos de la agrupación terrorista fueron detenidos y presuntamente aislados en cuatro centros que, no por casualidad, están bajo control de las llamadas Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), de mayoría kurda y respaldadas por Estados Unidos.
Al cúmulo de falsas verdades se suman los hechos de que el Daesh abandonó en combates poco explicados, un área que aparentemente dominada en zonas del norte de las provincias sirias de Alepo, Raqqa, Hasaka y Deir Ezzor, donde actualmente ejecutan acciones contra las Fuerzas Armadas de Siria.
Para analistas y expertos, basados en testimonios de detenidos y desertores de diversos grupos terroristas, la muerte de Baghdadi, ‘líder’ de un raro y poco creíble ‘califato’ está muy lejos de la presunta derrota del Daesh.
Las pruebas reales que desmienten las falsas verdades en ese sentido, están dadas en que con cambios de nombres e identificación pública, esa organización terrorista recibe apoyo logístico, en armamentos y preparación desde las 13 bases que Washington tiene en Hasaka, al norte de Deir Ezzor y desde cruces fronterizos con el denominado kurdistán iraquí.
Otras evidencias confirman, además, que Estados Unidos propicia una cierta ‘tolerancia’ en esas regiones con el despliegue militar de Turquía y de las FDS, les permite desgastarse entre sí para ‘levantar’ el ánimo del Daesh, también con coordinadas operaciones desde la base de Al Tanef, en el triángulo fronterizo entre Iraq, Siria y Jordania.
El enfrentamiento al terrorismo por parte de Trump y ahora de la nueva administración de Joe Biden, es una clásica pantalla para destruir Siria, dominar los recursos naturales, tal y como continuamente incrementan desde fines del 2020 en alianza con Israel.
Esa inquietante realidad, desmiente lo que Trump en su momento amplificó como no iniciar nuevas guerras en el Oriente Medio, sino proseguirlas sobre la base de una vieja consigna imperial de divide y vencerás.
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