Las autoridades kenianas descubrieron en fecha reciente que los pastores que transitan por la carretera que une a la ciudad de Moyale con Nairobi, la capital, esconden en los vientres de sus reses grandes cantidades de bhang, en previsión de un aumento de la demanda en los días festivos del fin de año.
Bien visto el bangh, es un estupefaciente ilegal y no lo es, depende de donde se consuma, ya que es de uso común en la India desde el 1000 antes de nuestra era, como parte de los festejos de Maha Shivarati y se expende en establecimientos en la forma de las bebidas llamadas lassi y thandai e incluso en alimentos.
Hasta ahí todo bien, pero resulta que el bangh se extrae de las hojas de cannabis, la marihuana, y está comprobado que ocasiona daños mentales a sus consumidores como cualquier droga que se respete.
La alarma fue activada en la conferencia del Instituto para el Desarrollo del Currículo celebrado en Nairobi durante el cual el inspector general de la Policía keniana, Japhet Koome, pidió someter las bebidas alcohólicas expendidas al público a una estricta vigilancia para evitar que contengan bangh.
Pero hay un problema, el destilado también puede adicionarse a los alimentos, otra complicación para los institutos encargados de evitar la propagación del consumo del alucinógeno.
Así, entre los ardides de los narcotraficantes, la creciente demanda y el interés oficial por evitar el aumento del consumo, los más perjudicados son los pobres animales, que como es de esperar carecen por supuesto de voz y por tanto de voto en todo el complicado asunto.
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