De acuerdo con el anuncio, el diplomático recibió una nota de protesta que debe transmitir a su Gobierno, en la cual se exige a Tel Aviv se abstenga de cualquier medida que dañe la santidad de los lugares sacros musulmanes y ponga fin a los intentos de cambiar el status quo histórico y legal de Jerusalén (Al-Quds).
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Palestina también condenó enérgicamente la presencia de Ben Gvir en ese lugar sagrado y consideró lo sucedido una provocación sin precedentes que amenaza con nuevas confrontaciones.
«El suceso legitimó nuevas incursiones y profanación de Al-Aqsa por parte de colonos extremistas, e incluso los alienta a cometer los crímenes y ataques más atroces», señaló el texto de la Cancillería palestina.
Los medios de prensa israelíes señalaron que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, había recibido mensajes de Egipto y las Naciones Unidas, y opinaron que sería muy difícil influir en el movimiento palestino Hamas para que no responda a lo acontecido.
A pesar de esto Netanyahu no intentó evitar que Ben Gvir fuera a Al-Aqsa, aseguró el sitio de noticias israelí Walla.
Conocido por sus posiciones racistas y antiárabes, el ministro de Seguridad Nacional desató la ira de los palestinos al recorrer junto a algunos colonos ultranacionalistas la mezquita, en la ciudad vieja, en la parte oriental de la metrópoli, ocupada por el Ejército de Israel durante la guerra de 1967.
La Asamblea de Ulemas Musulmanes, la Conferencia Árabe General y el Movimiento Amal, repudiaron el hecho y en esa misma línea se prounciaron varias naciones de la región y el mundo, por considerarlo una ofensa.
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