Por Julio Morejón Tartabull (*)
Redacción Africa y Medio Oriente
El reforzamiento de esa fuerza es una de las respuestas de las autoridades al incremento de la amenaza terrorista, un peligro presente dentro y fuera de las fronteras del país africano.
Según el sitio digital defenceweb.co.za, incluir a más combatientes forma parte de un proceso de reclutamiento que comenzó en octubre de 2022 y terminó hace dos meses, para el cual se presentaron 90 mil solicitudes.
Tras un proceso de selección, los conscriptos recibieron entrenamiento de dos semanas y ahora las autoridades prevén asignar 35 mil a la protección en sus comunidades de residencia, mientras otros se unirán a las fuerzas nacionales.
Con ese aumento, la junta militar burkinesa comandada por el capitán Ibrahim Traoré, espera detener la ofensiva de los radicales que asolan el territorio desde 2015.
El país saheliano fue víctima de dos golpes militares el pasado año; el primero protagonizado por teniente coronel Paul-Henri Sandaogo Damiba contra el presidente Roch Marc Christian Kaborè.
Nueve meses después el capitán Traorè depuso a Sandaogo Damiba y en todos los casos el pretexto consistió en la ineptitud oficial en el enfrentamiento a los destacamentos extremistas que atacan a poblados y reductos castrenses.
La escalada terrorista ocurrió tras la caída del gobierno de Blaise Compaorè en 2014. El radicalismo sobresalió con masacres perpetradas contra las comunidades de Solhan en 2021 y de Seytenga en 2022.
El gobierno de Traorè recuperó una parte significativa de territorio bajo influencia de las bandas extremistas, por lo que algunos observadores consideran válida la estrategia de defensa al incorporar a los VDP.
Al priorizar el uso de la fuerza institucional en la lucha contra el terror, la junta militar opta por una táctica diferente a la época de Sandaogo, con quien se privilegiaba más la negociación para reducir la beligerancia y con ello el conflicto.
“Traorè parece centrarse en la acción militar basada en el concepto de defensa popular (…) que recuerda “el establecimiento en 1983 de los Comités para la Defensa de la Revolución bajo la dirección de Thomas Sankara”, citan los investigadores Hassane Koné y Fahiraman Rodrigué Konè.
RUTA COMPLEJA
Ante la 77 Asamblea General de Naciones Unida el pasado año, el entonces jefe del Estado dijo que “la posición geográfica de Burkina Faso la convierte en un candado para frenar la expansión del terrorismo hacia países costeros como Benín, Costa de Marfil, Ghana y Togo”.
Asociado con ese enfoque, los planes de defensa podrían ayudar a ampliar las opciones de seguridad para las citadas naciones, así como fomentar más alianzas protectoras.
Eso cobra valor en medios de compases de espera sobre el futuro de la permanencia en el Sahel de tropas francesas, cuyas operaciones anti-insurgencia se desarrollaron a partir de 2012.
El denominado “deber de proteger” comenzó a fracturarse cuando Mali dispuso cesar el año pasado la colaboración militar con París, una decisión que podría afectar al gobierno de Bamako en términos de seguridad.
La medida de la dirección maliense reflejó soberanía en el campo diplomático y estudiosos la consideraron una decisión contra una presunta recolonización.
Mientras se debate hasta dónde puede afectar a Mali el cambio de escenario en su relación con Francia y con los Estados de la francofonìa africana, Burkina Faso hizo una delicada movida con la expulsión del embajador galo, Luc Hallade.
Varios medios subrayaron que tal acción ocurrió tras meses de tensiones en las relaciones bilaterales, con lo cual no descartaron una animosidad anti-francesa extendida, cuyo primer paso en la región saheliana dio Bamako.
Mali y Burkina enfrentan una ofensiva terrorista, eso potencia empatía y solidaridad en asuntos militares que podría pasar a ser sólida alianza en temas de seguridad y en otros asuntos del desarrollo.
En todo caso, «el nuevo enfoque de Burkina Faso hacia el extremismo violento parece surgir del fracaso de las medidas anteriores para abordar la emergencia humanitaria y de seguridad”, apuntan Hassane Koné y Fahiraman Rodrigue Konè.
Las correcciones de tiro burkinesas y su novedoso enfoque del problema quizás abra puertas a cambios subregionales partiendo de la defensa –sin olvidar peculiaridades sociopolíticas en el Sahel- zona de naturaleza bastante hostil y de interés estratégico.
Sobresale que las posibles transformaciones vengan de las juntas militares, el sector que por su carácter -y el cumplimiento propio de sus tareas- integra necesariamente uno de los componentes más organizados y decisivos de los Estados.
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