Por Yadira Cruz Valera
Jefa de la Redacción África y Medio Oriente
Algunas de ellas, las más famosas y conocidas forman parte de un imaginario occidental que las encasilló como “femmes fatales” o reinas disolutas, resaltando sus pasiones de alcoba o ambiciones, mientras minimizaban sus cometidos como jefas de Estado, capaces de dirigir campañas militares, conquistar y consolidar imperios o ganar difíciles batallas diplomáticas.
Dos de las más antiguas y populares soberanas del continente, alrededor de las cuales se crearon mitos y leyendas, son sin duda Cleopatra y la reina de Saba, ambas con una extensa filmografía.
Entre las versiones más conocidas están las protagonizadas por dos de las grandes divas del cine del pasado siglo, Elizabeth Taylor (Cleopatra, 1963) y la recién fallecida Gina Lollobrigida (Salomón y la reina de Saba, 1959), filmes que no hacen justicia a dichas soberanas, presentadas al público en el estereotipo de mujeres hermosas, capaces de hacer pecar al más “virtuoso” de los mortales.
CLEOPATRA, LA REINA DE EGIPTO
A pesar ser una de las reinas más célebres de la antigüedad, el origen, personalidad, papel como soberana y hasta el color de la piel o la belleza de Cleopatra forman parte de extensas y controversiales polémicas entre historiadores, egiptólogos, biógrafos y expertos en el tema.
En un artículo escrito para la revista BBC History, la académica Mary Hamer asegura que la mayoría de las cosas que creemos sobre ella son en realidad un eco de la propaganda creada por el Imperio romano.
Por su parte, la catedrática española de Historia Antigua Rosa María Cid subraya que pese a la aparente fama, muy pocas veces se intentó construir la vida de una reina y asevera que desde un análisis imparcial de los testimonios de la época, más allá del mito, fue una mujer con sagaces criterios políticos.
Al margen de esas polémicas, lo cierto es que su figura estuvo inexorablemente ligada a convulsos años de la historia de Egipto, en un período que signó la decadencia del imperio y de la estirpe de los Ptolomeos.
Cleopatra, cuyo nombre significa «gloria de su padre», nació durante el invierno del 69 al 68 ANE en Alejandría, entonces capital egipcia, ascendió al trono a los 18 años y muy poco se sabe aún de su vida antes de esa etapa.
Tras la muerte de Alejandro Magno, sus generales se repartieron el imperio y entre ellos Ptolomeo Lagos adquirió ese territorio, nombrándose faraón e iniciando una dinastía de cuya estirpe nació la niña que se convirtió en la última reina de Egipto.
Se habla de su gran belleza y dotes de seducción, pero muy poco de su inteligencia y cultura, aunque algunos historiadores certifican que dominaba siete idiomas y fue el único miembro de su linaje que hablaba egipcio.
Uno de los mitos más conocidos y sobredimensionados son sus amoríos con Julio César, la aparición envuelta en una alfombra entregada como regalo y el paradisiaco paseo por el Nilo, donde se cuenta fue engendrado su hijo Cesarión.
Pero más allá de las historias de alcoba, su estratégica alianza con Julio César la ayudó a establecerse y consolidarse en el trono, y para los historiadores que le hacen un poco más de justicia, significó además un desafío a la aristocracia romana.
Sin contar que el nacimiento de un hijo varón, del entonces hombre más poderoso del Imperio romano, resultaba insoportable para las elites que temían eventualmente ser gobernadas por un egipcio.
Tras la muerte del emperador y viéndose obligada a huir de una Roma que la despreciaba, durante la tercera guerra civil (43-42 ANE) se alió con el Segundo Triunvirato, formado por Octavio, Lépido y Marco Antonio.
Luego de su encuentro en Tarso, con este último inició una relación de la cual nacieron tres hijos: Alejandro Helios, Cleopatra Selene II y Ptolomeo Filadelfo.
Plutarco, el biógrafo griego del famoso estratega, afirmó que no era su aspecto físico lo que resultaba tan atractivo en ella, sino su conversación e inteligencia.
En la batalla de Accio en el 31 ANE, la flota de guerra de Marco Antonio y Cleopatra fue derrotada por la de Octavio y las tropas romanas vencedoras invadieron Egipto.
Aunque la historia y sobretodo la filmografía edulcorada y romántica refuerza el mito del suicidio de ambos por amor, los biógrafos y estudiosos de ambas figuras en la actualidad atribuyen sus muertes al deshonor y la vergüenza.
Cleopatra, porque sabía que Octavio pretendía llevarla a Roma para exhibirla, por lo cual se quitó la vida a fin de evitar ser usada como trofeo; Marco Antonio, el brillante militar, supo que ya no había un lugar de honor para él en el mundo.
La profesora de Egiptología en la Universidad de Manchester, Joyce Tyldesley, enfatiza que para comprender la figura de Cleopatra es necesario dejar a un lado todo ese imaginario popular que la retrata como una bella reina.
«No era esa seductora glamorosa que parece gustar tanto a los directores. No hay evidencia de que tuviera más de dos parejas sexuales: Julio César, a quien le fue fiel hasta su muerte, y Marco Antonio. Creo que nos gusta verla así. Hay algo atractivo en eso, pero es muy injusto», subraya la académica en sus análisis.
Para Tyldesley, el verdadero mérito de la soberana fue gobernar durante más de 20 años, lograr eludir el dominio romano sobre Egipto, sobrevivir a las intrigas palaciegas de la propia familia y contribuir a la recuperación económica de una nación pobre que recibió del padre.
LA REINA DE SABA
La Reina de Saba es uno de los símbolos más importantes del Antiguo Testamento; la Biblia habla de una soberana que fue a Jerusalén para encontrarse con el rey Salomón y en cuyo séquito había sirvientes, cortesanos y camellos cargados de especias y joyas.
Esta puso a prueba la sabiduría de su anfitrión con preguntas muy difíciles que él respondió sin dificultad, lo cual impresionó a la soberana, quien proclamó la sapiencia del rey e hizo un gran regalo a este, de oro, piedras preciosas y mucho incienso.
“El rey Salomón, por su parte, le dio a la reina de Saba todo lo que a ella se le antojó pedirle, además de lo que él, en su magnanimidad, ya le había regalado. Después de eso, la reina regresó a su país con todos los que la atendían”, así se cuenta la historia en 1 Reyes.
A Salomón se le considera una de las figuras más importantes para el judaísmo, el cristianismo y el islam, y aunque en todos los casos cuentan la historia del encuentro con la reina de Saba, los textos bíblicos no mencionan su nombre.
En la tradición religiosa etíope, más allá del misticismo la leyenda se humaniza al hablar de amores y hasta del nacimiento de un hijo en común.
Según los estudiosos, se cree que el reino de Saba se encontraba entre el cuerno de África y la península arábiga y que correspondía en parte a los territorios actuales de Yemen, Somalia, Eritrea y Etiopía, siendo este último donde más relevancia tiene hasta la actualidad la reina que conquistó al sabio Salomón.
Para los etíopes, su nombre era Makeda y en la tradición islámica, Bilqis. El Kebra Nagast o Libro de la Gloria de los Reyes de Etiopía refiere que esta regresó embarazada del rey, del cual tuvo un hijo que se llamó Bayna Lehkem, conocido como Menelik I y quien se convertiría en el primer emperador de esa nación aproximadamente en el siglo V ANE.
Cuenta la leyenda que ambos tuvieron que separarse, probablemente porque tenían grandes reinos a su cargo, pero Menelik al crecer quiso conocer a su padre, quien le ofreció el reino, pero él prefirió regresar y forjar su propia dinastía.
Si bien no se ha podido comprobar nada real sobre los amores de ambos reyes y las religiones monoteístas no aceptan la relación, la leyenda de su historia de amor no solo es importante en la cultura popular, sino que marca, para ellos, la fundación de una nación.
Pues según la creencia del país africano, esas noches en vela de conversaciones y juegos dieron la posibilidad de engendrar el fruto de esa relación y es la razón por la cual se creó Etiopía, donde todos se consideran descendientes de la reina de Saba y del rey Salomón.
Si bien el amorío no es tan controversial, la negación del cristianismo sobre un hecho que pudo ser real y la sacralización de los personajes prueba una vez más la visión que hoy tenemos de las mujeres africanas en particular y la historia del continente en general, la que aprendimos desde la visión de Occidente, que nos representan en novelas, filmes y obras de teatro.
Felizmente, más allá de eso es la tradición, las leyendas ancestrales contadas y cantadas de generación en generación, las que expresan la verdadera esencia de África y sus mujeres invencibles.
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